Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos.
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Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos.
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Lo qué uno quiere de verdad, es lo que está hecho para uno; entonces hay que tomarlo, o intentar: En eso se te puede ir la Vida, pero es una vida mucho mejor…
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Debe ser una regla general que los solitarios no simpaticemos ¿O será que sencillamente, somos antipáticos?
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Tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz
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Tenía veinte años y era joven; tenía treinta y era joven; tenía cuarenta y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy todavía joven. Todavía quiere decir: se termina.
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"Qué idiota,qué cursi, qué convencional me siento al escribir:. ¿Libre para qué? Acaso la esencia de mi inquietud sea haber comprobado esto, nada más: que ella puede sentirse muy cómoda con gente joven, especialmente con un hombre joven. Y otra cosa: esto que vi no es nada, pero en cambio es mucho lo que entreví, y lo que entreví es el riesgo de perderlo todo."
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Como la necesito, Dios habia sido mi mas grande carencia pero a ella la necesito mas que a Dios
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Dios me concedio un destino oscuro, ni siquieracruel, simplemente oscuro, es evidente que me concedio una tregua
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Hay gente que entiende lo que está pasando, que cree que es absurdo lo que está pasando, pero se limita a lamentarlo. Falta pasión, ese es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera para cambiar un país de bolsillo como este. Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una especie de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco.
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Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para saber que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor.
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“La beso, a ella la beso, y no soy hipócrita. La beso como podría morderla, y a veces la muerdo, o comérmela y masticarla y digerirla. Porque hay una desesperada necesidad, casi diría una obligación, de marcar al otro, a la otra, aunque sea con los dientes, y aunque alguno de estos sea postizo. Dejar una marca propia es cosa de vida o muerte, o de muerte solamente, porque la intención subterránea es pasar la muerte, es seguir existiendo después del fin. Y a esos efectos tanto sirve la existencia de un hijo como la de una cicatriz. Después de todo, también el hijo es una cicatriz. Buena definición para proponer a la Academia. Hijo: cicatriz de amor.”