El arte de engañar al karma

—¿Tenéis algún papel de teleoperadora de casi treinta hasta el higo de su vida de mierda? Ese lo bordo.

Malos tiempos para tener principios... y buen gusto.

La sala, como no podía ser de otra manera y tal y como lo fueron sus primas hermanas anteriores (muchas y durante muchos años), era un cuartucho oscuro y mal ventilado que olía a café a bocadillos de fiambre barato.

𝓟𝓸𝓻𝓺𝓾𝓮 𝓺𝓾𝓲𝔃𝓪́ 𝓷𝓸 𝓱𝓪𝔂 𝓾𝓷 𝓹𝓻𝓸𝓹𝓸́𝓼𝓲𝓽𝓸 𝓬𝓸́𝓼𝓶𝓲𝓬𝓸 𝓮𝓷 𝓵𝓪𝓼 𝓬𝓸𝓼𝓪𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓷𝓸𝓼 𝓹𝓪𝓼𝓪𝓷, 𝓹𝓮𝓻𝓸 𝔂𝓸 𝓪𝓹𝓻𝓮𝓷𝓭𝓲́ 𝓪𝓵𝓰𝓸 𝓮𝓷 𝓮𝓼𝓽𝓮 𝓽𝓻𝓮𝓬𝓱𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓬𝓪𝓶𝓲𝓷𝓸: 𝓭𝓪 𝓲𝓰𝓾𝓪𝓵 𝓵𝓸 𝓺𝓾𝓮 𝓮𝓵𝓲𝓳𝓪𝓷 𝓸𝓽𝓻𝓸𝓼; 𝔂𝓸 𝓶𝓮 𝓮𝓼𝓬𝓸𝓳𝓸 𝓪 𝓶𝓲.

Si a algo canta la música es al amor. Y si no encontramos palabras, siempre tendremos canciones con las que decir aquello que no logramos explicar.

Aquella chica se paseaba con un manojo de llaves y cada una abría un rincón de ti mismo que no conocías, y de todos salía a borbotones la risa.

El amor no pide permiso. Ojalá lo hiciera, porque nos ahorraríamos muchos corazones rotos.

Creo a pies juntillas que hay ciertas emociones que es imposible sentir si el otro no se encuentra en el mismo punto. Hay emociones que deben ser compartidas para poder existir.

Preocuparse en exceso por los deseos de los demás, y aparcar los nuestros es la manera más eficaz de ser infeliz. No se trata de egoísmo, sino de amor propio.

Te seduce la idea del alma gemela, ¿no? Pues déjame decirte algo…, hay cientos de personas para nosotros. Estamos hechos de demasiados colores como para que solo encajemos con uno en concreto. Y, además, cualquier querer, por breve que sea, es querer. Y vale la pena.