La mujer rota, La edad de la discreci¢n y Mon¢logo

El libro se compone de tres relatos bien distintos en forma y contenido, aunque todos sean en primera persona, aunque en todos ellos haya una mujer que sufre, que ve como se tambalea su propia identidad al derrumbarse los pilares sobre los que se sustentaba.

No se trata de víctimas, sería pecar de condescendiente considerarlas “mujeres anuladas por relaciones absorbentes”, como se dice en la contraportada. Más bien son, como dijo la propia autora, tres mujeres que se sienten fracasadas, rotas. La única que puede considerarse víctima, que de hecho lo es, es la protagonista de la segunda de las historias, pero no tanto por sus relaciones como por la infancia que sufrió y que la condicionó de por vida. Las otras dos son mujeres cultas, inteligentes y liberales que eligieron la forma en la que quisieron vivir y que ahora pasan por circunstancias desagradables, circunstancias que pueden afectar tanto a hombres como a mujeres y que son sobrellevadas dependiendo de la personalidad más que del género.


LA EDAD DE LA DISCRECIÓN

Simone rondaba los 60 años cuando escribió este relato, y yo, que no ando muy lejos, puedo sentir en carne propia cada una de las palabras de esta corta pero sincera, amarga y, al final, resignada historia.

“¿Qué hacer cuando el mundo se ha descolorido? No queda más que matar el tiempo.”

El relato plantea dos actitudes ante la llegada de la vejez y la pérdida de capacidades, de ilusiones, de metas por las que luchar (no creo que fuera intención de la autora identificar cada una de ellas con el género de los protagonistas y, desde luego, yo tampoco creo que este sea el caso): la indiferencia, el dejarse llevar, aceptar que todo pierde importancia, por un lado, y el rebelarse ante tal situación, el no poder comprender que la merma de capacidades, el deterioro del cuerpo, es imparable, que el deseo acaba por desgastarse, por el otro.

“No más proyectos, no más deseos. No escribiré más. ¿Entonces qué haré? Qué vacío en mí, alrededor de mí. Inútil.”

En el relato, Simone se centra en esta última forma de encarar la vejez, la de la mujer, un problema que va mucho más allá del miedo a enfrentarse a una muerte cada vez más cercana.

“Si hubiera tenido que morir durante la noche, habría estimado que mi vida era un logro. Pero estaba aterrada por ese desierto a través del cual iba a arrastrarme hasta desembocar en la muerte.”

El relato es el proceso por el cual esta mujer va aceptando que existe un problema, que experimenta un deterioro físico y mental, que los años han cambiado a su pareja, que su hijo ha elegido un camino bien distinto del que para él había deseado.

“En todo caso, durante un tiempo. No miremos demasiado lejos… ¿Eso nos la hará tolerable? No sé. Esperemos. No tenemos elección.”

Al final todos sabemos que no hay otro camino que la resignación y saber y poder aprovechar lo que la vida te siga dando o, como Simone pone en la mente de su protagonista, todo aquello que la vida aun no te ha quitado.


MONÓLOGO

“Los niños nunca son otra cosa que semillas de canallas.”

Un monólogo interior durísimo, devastador, fruto de la rabia, de la angustia, de una mujer de mediana edad afectada por serios problemas psicológicos y que se siente sola, abandonada y culpable. Una mujer con una infancia difícil, que, gracias a su belleza ahora marchita, ha vivido a costa de hombres ricos desde que su madre la arrojó en los brazos de su propio amante, y que, intentando no caer en los mismos errores con su hija, cometió otros de terribles consecuencias.

“…hubiera merecido que me amaran. ¡Ah! he sido asquerosamente frustrada la vida no me ha hecho regalos.”


LA MUJER ROTA

“Él me colmó, no he vivido más que para él. ¡Y él, por un capricho, ha traicionado nuestros juramentos!”

“La mujer rota”, el más largo de los tres relatos, es la triste historia de una mujer, Monique, que lo apostó todo a la carta de su marido, sus hijos y su hogar, y ahora, en la cuarentena, se siente absolutamente derrotada ante la infidelidad recién descubierta.

“Entonces tuve una revelación fulminante: el tiempo pasa. Y me eché a llorar.”

Una mujer que afronta el engaño de su marido culpando primero a la amante, después a sí misma, más tarde al tiempo que todo lo degrada y erosiona y por último, tras un largo y doloroso proceso, acaba por reconocer la responsabilidad del marido y con ello el fracaso de toda una vida dedicada a él. Ahora se enfrenta a un cambio de vida para el que no se siente preparada.

“No se modifica la vida sin modificarse uno mismo.”

Como la protagonista de la primera historia, Monique también tiene que enfrentarse a un proceso de revelación y de aceptación de una vida que ya no será nunca la misma, volver a inventarse a sí misma y empezar de cero.

“Creía saber quién era yo, quién era él: y repentinamente ya no nos reconozco, ni a él ni a mí.”