Que nos persigan los perros. No temo a la muerte, pues está a mis órdenes.
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Que nos persigan los perros. No temo a la muerte, pues está a mis órdenes.
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Quizá el don de la humanidad es que no nos rendimos, ni siquiera cuando se pierde toda esperanza.
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El amor era un destructor. Creaba viudas y dolientes, iba dejando desdicha a su paso. El dolor y el amor eran una misma cosa. El dolor era la sombra que dejaba el amor tras de sí.
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Tan solo podía seguir adelante. Y tener la esperanza de encontrar el camino de vuelta a casa.
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Nos alejas, nos mantienes a raya para no tener que llorarnos. Pero nos llorarás de todas formas. Así funciona el amor.
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En los momentos difíciles, la gente tendía a aferrarse más a las tradiciones y las supersticiones.
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Desde que había subido al trono, había tenido que lidiar con demasiados enemigos: el Oscuro, los fjerdanos, los shu, la jurda parem y el condenado demonio que habitaba en él.
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Si no pasaban la prueba, el enemigo sabría lo precaria que era la posición de Ravka, lo pobres y frágiles que eran en realidad. Una victoria, aunque fuera por los pelos, le daría a su país algo de tiempo, un tiempo que necesitaba desesperadamente.
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¿En algún momento los Grisha tendrían libertad de escoger su propio camino, en lugar de vivir como soldados? Por eso sí que valía la pena luchar.
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Cualquiera se lamenta por la primera flor. ¿Quién llorará a las que caigan después?
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?