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Lena sintió cómo las dos manos del ser oscuro se posaban en su cráneo, a los lados, sobre las orejas, y de pronto la inundó un calor diferente a todo lo que había sentido en su vida, como si la refracción de un haz de luz pasada por un prisma llenara todo su interior de los colores más puros del universo. El terror se desvaneció y por un instante tuvo la sensación de flotar en unas aguas benéficas, dulces, cálidas, que la llevaban a un lugar hermoso y seguro. |