Ligeramente peligroso

Irradiaba una energía, una vitalidad, que le llamó la atención desde el principio. Estaba rodeada por un halo de luz y de alegría. Cuando estaba animada, cosa que sucedía con frecuencia, parecía brillar desde el interior. Daba la sensación de que amaba a todo el mundo... y casi todo el mundo la correspondía.

—Ahora por fin puedo creer que vamos a ser felices para siempre.
—Wulfric, nada de felices para siempre —lo corrigió—. Eso es demasiado estático. No quiero ser feliz para siempre. Quiero ser feliz, vivir, pelearme, reconciliarme, tener aventuras y...

Porque debo hacerte una advertencia. Los Bedwyn tenemos una tradición según la cual, aunque tardemos en casarnos, cuando lo hacemos les entregamos a nuestros cónyuges toda nuestra devoción y fidelidad. Si te casas conmigo, serás el objeto de mi adoración por el resto de tu vida.

Christine, tú eres la luz, la alegría y la personificación del amor. Si aceptas ser mi esposa, jamás intentaré que te amoldes a la imagen preconcebida de lo que debe ser una duquesa... ni que nadie intente amoldarte a ella.

Supe que jamás podría casarme a menos que conociera a la mujer que se convertiría en la otra mitad de mi alma. A decir verdad, no esperaba conocerla jamás. No soy un hombre que inspire mucho amor.

Se preguntaba usted si soy un aristócrata frío e insensible hasta la médula. No lo soy. Si lo fuera, ¿cree que me habría quedado prendado de usted nada más conocerla y que me habría visto atormentado por su recuerdo?

El silencio entre dos personas, descubrió, no tenía por qué ser algo incómodo. No cuando sus mentes estaban en armonía.

Mucho se temía que sus sentimientos por esa mujer iban más allá del mero enamoramiento. Mucho se temía que Christine Derrick se había convertido en la piedra angular de su felicidad.

Tuvo la extraña impresión de que si el sol se había dejado ver en algún momento durante el desapacible día, Christine Derrick se había quedado con su luz y la había llevado consigo al interior de su vestíbulo

—A su lado acabaría consumida. Acabaría por robarme toda la energía, toda la alegría. Apagaría el fuego de mi vitalidad.
—Déme la oportunidad de avivar las llamas de ese fuego —le rogó— y de darle alas a su alegría.