Hija de la Frontera

En las historias reales, cuando llegaba lo malo, de nada servía todo lo bueno. Cuando llegaban los malos tiempos, los buenos, los mejores, resultaban ser la mentira perfecta que nos habíamos contado a nosotros mismos. Para jugar a que fuimos felices alguna vez. Para creernos que merecía la pena vivir por algo.

Su pasado la convocaba, y ni siquiera esas siluetas de barro y sombra se atrevieron a interponerse entre ella y su destino…

Ella no era ninguna heroína. Ella solo había dejado sus fantasmas atrás y ahora tenía que volver a buscarlos. Ese era su camino.

Pero ¿y si somos ambas cosas, héroes y villanos? ¿Y si ninguno de nosotros podemos juzgar nada? ¿Qué nos queda entonces? ¿Por qué podemos luchar?

El miedo nos hace ser como somos, le había escuchado contar a su padre una vez, es una de sus historias. El dolor decide por nosotros la mayoría de las veces. Pero hay otras veces en las que el amor llega para llevárselo todo por delante.
La vida es dolor, le había dicho su padre a su público. Y el dolor nos condena al miedo. Pero es por el amor que vivimos.

Al final de todas las relaciones, de todas las historias, estamos solos. Y solos tenemos que decidir. Lo demás son cuentos. Mentiras que nos contamos para aliviarnos las noches.

- En las historias los héroes no dejan de asesinar. Cuando en una historia el bien vence al mal, son pocos los que se preguntan por el precio que el bien tuvo que pagar. Pocos los que se atreven a darle la vuelta a la historia. A convertir al monstruo en victima. Pero ¿y si somos ambas cosas, héroes y villanos? ¿Qué nos queda entonces? ¿Por qué podemos luchar?

Así que puedes errar, jadear, equivocarte. El dolor te hará crecer, niña. El miedo te hará valiente. Así que no lo escondas. No a mí, ¿estamos?