Retratarte: Cuando cada mirada es una historia

Carlos del Amor vuelve a repetir fórmula después del extraordinario éxito de su primer libro divulgativo sobre arte, en concreto cuadros que despiertan su interés (Emocionarte).

En este caso se trata de una selección de retratos o autorretratos repartidos en 35 capítulos donde cada uno de ellos cuenta con una pequeña introducción con unas pocas páginas con diálogos o frases imaginarias atribuidas al pintor/a o él/la modelo, en función de los datos conocidos de su vida o de la pintura que tenían entre manos. Todos tienen en común que hay una buena historia que contar acompañando al cuadro escogido.

La combinación de literatura y pintura funciona bien, con unos textos imaginativos y originales además de un pequeño aporte informativo sobre la obra o las personas que intervienen en el proceso.

Hay pintores de todo tipo desde los más populares como Rafael, van Gogh, Gustave Klimt o Frida Kahlo hasta otros menos conocidos como Zinaída Serebriakova o Christian Schad.

de las 36 obras elegidas se da la circunstancia de que dos pertenecen al mismo pintor, Gustave Klimt, y no con la más célebre (El beso) sino con Retrato de una dama y Retrato de Ría Munk III. También de manera excepcional introduce dos obras en un mismo capítulo, el dedicado a la pintora Miriam Escofet con Su majestad la reina Isabel II y Un ángel en mi mesa.

El libro es muy recomendable para quien busque conocer de manera breve y amena información sobre las obras y pintores seleccionados, además del aporte literario de Carlos del Amor. En esta selección se pueden encontrar estilos pictóricos variopintos y un detalle que se agradece es que haya dado visibilidad a un buen número de mujeres (doce en total, si no me equivoco) que en su momento encontraron más dificultades para alcanzar notoriedad por el mero hecho de ser mujer en un mundo predominantemente masculino.

Hay varias referencias a otras obras y artistas, siendo muy aconsejable disponer de la posibilidad de realizar rápidas y frecuentes consultas a través de Internet para completar la lectura de manera plenamente satisfactoria y ampliar la información.

Como nos confiesa el autor, a mí me gusta la simpleza, pero no esa que va unida a lo peyorativo, sino dándole la categoría que se merece, reproduzco más o menos sus palabras. La capacidad de expresarse sin artificios, la sencillez, aquella que te atrapa, que capta la esencia de la vida, y cuando te deja tienes una resaca de emociones y sentimientos. Pues eso es lo que encierran muchos de los retratos que contiene esta obra, parecen sencillos, son sencillos de mirar, no hace falta cálculos complejos para interpretar los trazos y las formas, un rostro que te mira desde la distancia, te atrapa y te mete dentro del cuadro. Eso me sucedió con En el tocador de Zinaída Serebriakova, por favor, es pura juventud, inocencia, alegría, es esa frase que nos repetimos a esas edades, «me voy a comer el mundo», luego, como le sucedió a ella, este mundo la engulló, lo podéis ver en dos de sus obras, Castillo de naipes y Desayuno, son los hijos de la artista, la mirada no es la misma, la vida no la esperada o soñada. Escribe Carlos sobre la obra: «… menos mal que no sabemos lo que va a suceder, sería imposible vivir siendo conscientes del dolor que nos esper, incluso siendo conscientes de la felicidad…». Tampoco sabiendo la felicidad que nos espera podríamos vivir, porque de alguna forma dejaríamos todo en espera de ese momento.
                Avanzamos, retratos y cuadros van cayendo, Retrato de Michael Wolgemut de Alberto Durero, una evolución hacia la desesperanza. Retrato de una dama de Gustav Klimt, ¿quién se esconde debajo? Último retrato de Lucian Freud, el apellido no es coincidencia, no, fijaros en su obra, en sus rostros y su propia destrucción en cada pincelada. El paraguas de María Bashkirtseff, qué maestría de la expresión y el realismo, ¿dónde habría llegado como artista? Y podía seguir, pero va a ser que el resto, exceptuando un pequeño inciso, lo devoréis vosotros con vuestro propios ojos. Y cuál es ese inciso, la única obra que no comprendía que hacia en mitad de tales joyas, el único cuadro que distaba de ser arte, pintado con rotulador un retrato, autorretrato II de Jean Dubuffet, parece una broma de Carlos del Amor, pero no es un hombre que dé puntada sin hilo, ¿entonces? ¿Quién fue este pintor que se inventó su propio movimiento «arte brutal»? Y antes de acabar, ¿el arte se prostituye por el dinero, la fama y el poder?

Algunas culturas creen que las fotografías no solo atrapan el cuerpo del modelo sino también su alma. Vamos a creer, por un momento, que los retratistas han buscado, y siguen buscando, ese mismo efecto pero a base de pincel. Por qué no.
Algunos rostros, inmortalizados siglos atrás, llegan hasta nuestros días frescos y poderosos, con esa luz que solo los grandes pudieron plasmar y un brillo en la mirada que nos habla sobre lo vivido. Solo hay que saber escuchar.
Escuchar con los ojos y vivir con la imaginación. Crear mundos, quizá reales, en los que las imágenes cobran vida y nos cuentan su historia. Ponerle voz al color.
Carlos del Amor ha vuelto a hacerlo. Eso que a algunos nos pasa sin darnos cuenta cuando nos paramos frente a un lienzo y la vida vuelve a girar. Santas, prostitutas, reyes y mendigos. Todos tienen algo que contar. Míralos, cierra los ojos y comienza a soñar.

Carlos del Amor escribe muy bonito y eso se nota. Si a eso le añades el gusto por el arte tienes un libro redondo. Me ha gustado mucho todas las historias relacionadas con los retratos seleccionados. Amantes del arte: disfrutad con el libro tanto como lo he hecho yo. Recomendable.

Hace dos años leí “Emocionarte”, un paseo por algunas obras pictóricas donde el autor nos presentaba una situación relacionada con el cuadro para después explicarnos su contexto y la vida del pintor. Esta fórmula accesible al gran público me encantó, y es por eso que cuando se publicó “Retratarte”, más centrado en retratos, quise leerlo enseguida.

En esta obra, Carlos del Amor nos presenta 35 retratos de diferentes pintores y pintoras, realizados en épocas distintas y cada uno con su estilo propio. Cada capítulo se estructura como el libro anterior: una pequeña historia evocada por el cuadro, la representación de la pintura y elementos biográficos del artista, así como el contexto en que realizó la obra. Me parece una forma muy acertada de presentarlo, ya que nos muestra todo lo que puede evocarnos una obra de arte, sin necesidad de ser expertos en el tema.

Lo que más me gusta de estos libros precisamente es el hecho de acercar el arte a todo el mundo y mostrarnos que no es necesario tener unos grandes conocimientos ni usar palabras especializadas para poder sentir el arte.

Un punto muy positivos de este libro es la selección de las obras, combinando artistas famosos con otros más desconocidos, pinturas que no son las que siempre nos enseñan y sobre todo la gran presencia de mujeres artistas, muchas de ellas muy desconocidas hasta ahora.
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