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Crítica de Gemmaentrelecturas


Gemmaentrelecturas
30 November 2022
Como nos confiesa el autor, a mí me gusta la simpleza, pero no esa que va unida a lo peyorativo, sino dándole la categoría que se merece, reproduzco más o menos sus palabras. La capacidad de expresarse sin artificios, la sencillez, aquella que te atrapa, que capta la esencia de la vida, y cuando te deja tienes una resaca de emociones y sentimientos. Pues eso es lo que encierran muchos de los retratos que contiene esta obra, parecen sencillos, son sencillos de mirar, no hace falta cálculos complejos para interpretar los trazos y las formas, un rostro que te mira desde la distancia, te atrapa y te mete dentro del cuadro. Eso me sucedió con En el tocador de Zinaída Serebriakova, por favor, es pura juventud, inocencia, alegría, es esa frase que nos repetimos a esas edades, «me voy a comer el mundo», luego, como le sucedió a ella, este mundo la engulló, lo podéis ver en dos de sus obras, Castillo de naipes y Desayuno, son los hijos de la artista, la mirada no es la misma, la vida no la esperada o soñada. Escribe Carlos sobre la obra: «… menos mal que no sabemos lo que va a suceder, sería imposible vivir siendo conscientes del dolor que nos esper, incluso siendo conscientes de la felicidad…». Tampoco sabiendo la felicidad que nos espera podríamos vivir, porque de alguna forma dejaríamos todo en espera de ese momento.
                Avanzamos, retratos y cuadros van cayendo, Retrato de Michael Wolgemut de Alberto Durero, una evolución hacia la desesperanza. Retrato de una dama de Gustav Klimt, ¿quién se esconde debajo? Último retrato de Lucian Freud, el apellido no es coincidencia, no, fijaros en su obra, en sus rostros y su propia destrucción en cada pincelada. El paraguas de María Bashkirtseff, qué maestría de la expresión y el realismo, ¿dónde habría llegado como artista? Y podía seguir, pero va a ser que el resto, exceptuando un pequeño inciso, lo devoréis vosotros con vuestro propios ojos. Y cuál es ese inciso, la única obra que no comprendía que hacia en mitad de tales joyas, el único cuadro que distaba de ser arte, pintado con rotulador un retrato, autorretrato II de Jean Dubuffet, parece una broma de Carlos del Amor, pero no es un hombre que dé puntada sin hilo, ¿entonces? ¿Quién fue este pintor que se inventó su propio movimiento «arte brutal»? Y antes de acabar, ¿el arte se prostituye por el dinero, la fama y el poder?


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