Me he obligado a no quererte durante estos tres años y no lo he conseguido -susurró, sus ojos fijos en los de ella-. Me he ordenado olvidarte y tampoco he sido capaz. Aun sin querer quererte, te he querido. Y sin querer recordarte, te he añorado. Ahora te tengo aquí, entre mis brazos. Y sé que te quiero. Que te querré siempre. No puedo prometer ser perfecto. Ni lo soy ni quiero serlo. Tampoco puedo prometer no hacerte daño por que sé que te lo haré, soy así de imbécil. Pero te prometo amarte pase lo que pase, por siempre.