Apunta a la luna y si fallas, al menos estarás entre las estrellas.
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Apunta a la luna y si fallas, al menos estarás entre las estrellas.
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No se sentía como una treíntañera. Aunque a decir verdad, ¿cómo se suponía que debía sentirse una a los treinta? Cuando era más joven, los treinta le parecían muy remotos, pensaba que una mujer de esa edad sería sabia y sensata, que estaría bien establecida en la vida con un marido, hijos y una profesión. Ella no tenía ninguna de esas cosas. Seguía sintiéndose tan despistada como cuando tenía veinte años, sólo que con unas cuantas canas más y patas de gallo alrededor de los ojos. Se sentó en el borde de la cama y siguió contemplándose. No acababa de ver nada especial en el hecho de cumplir treinta años que mereciera ser celebrado. |
Tenemos tanto miedo a envejecer, hacemos todo lo que podemos para prevenirlo, y no nos damos cuenta que es un privilegio poder envejecer con alguien.
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En el fondo sabía que era normal sentirse así, tampoco es que pensara que estaba perdiendo la cabeza. Sabía que la gente decía que un día volvería a ser feliz y que aquella sensación solo sería un recuerdo lejano. Sin embargo, alcanzar ese día era la parte difícil.
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Apunta a la luna y, si fallas, al menos estarás entre las estrellas.
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El retrato de Dorian Gray