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Novelas de la revolución mexicana
Lista creada por Lucha el 31/08/2017
16 libros. Temas y géneros: novela , novela histórica , narrativa mexicana , revolución mexicana

La Revolución mexicana es uno de los acontecimientos más interesantes y largos de la historia de México, en el que aparecen figuras como Porfirio Díaz, Emiliano Zapata, Pancho Villa, la Malinche o Adelita, quienes, junto al pueblo, cambiaron el destino de este país. Sobre estos sucesos se han escritos varias novelas que se conocen también como novelas revolucionarias.


«Se acaba la revolución, y se acabó todo. ¡Lástima de tanta vida segada, de tantas viudas y huérfanos, de tanta sangre vertida! Todo, ¿para qué? Para que unos cuantos bribones se enriquezcan y todo quede igual o peor que antes...»
«Los que quieren una revolución de verdad, radical, intransigente, son por desgracia hombres ignorantes y sangrientos. Y los letrados sólo quieren una revolución a medias, compatible con lo único que les interesa: medrar, vivir bien...»
«Vistos desde allí, aquellos trescientos huertistas hubieran podido pasar por otros tantos revolucionarios. Eran de la fina raza de Chihuahua: altos los cuerpos, sobrias las carnes, robustos los cuellos, bien conformados los hombros sobre espaldas vigorosas y flexibles...»
«Cuántas heridas abiertas por el rebullicio de los músicos, por las nunca oídas melodías - amor, ensueño. Tristeza dulce, íntimo júbilo, hallazgo de buscadas expresiones- que desvelaron al pueblo y revelaron a los adolescentes un mundo, un lenguaje nuevo, en la noche del ocho al nueve de diciembre, mundo y lenguaje presentidos muy cerca...»
«Y con optimista nos dimos cuenta de insospechadas verdades. Existía México. México como país con capacidades, con aspiración, con vida, con problemas propios. ¡Existían México y los mexicanos!»
«Demasiados muertos que no ganaron nada, mientras que ahora sus jefes se reparten el botín. Mira cuantos años llevamos bañados de sangre. Las autoridades se imponen todavía a punta de pistola y no por la voluntad de todos, como tú decías. Mucha gente no tiene qué llevarse a la boca y ni dónde trabajar...»
«A la revolución mexicana todos se unieron porque deseaban algo. Algunos querían que el país cambiara. Otros, que permaneciera como estaba. Pablo Aguirre se fue a la bola porque deseaba ser más, quería ser general»
«Con los soldados, cien soldaderas llevando al hombro sus muchachos, sus ollas, sus comales, sus cobijas, levantaban el ánimo de los hombres silenciosos, con sus canciones, sus chistes léperos, sus frases cariñosas.»
«Al norte del río, la pradera calva y polvorienta; al sur, el tanque de agua para las locomotoras, una pequeña estación en la que no había otro empleado que el telegrafista, doce o quince tiendas de campaña para la tropa, el jacal de tablas y el llano inmenso.»
«El rumor entra como soplo de la noche. Allá afuera acaban de asesinar a un hombre. Bastaría cerrar la puerta, pues. Pero dos discos rojos rasgan la negrura de la calle y en la puerta asoman dos graves rostros embozados de azul.»
«Nadie ignora el hecho de que los cortejos fúnebres se mueven con lentitud. Esta característica se agrava cuando incluyen un cuerpo de ejército. Cuando llegamos al panteón de Dolores ya había oscurecido y una lluvia torrencial se abatía sobre la ciudad de México.»
«Estamos hablando con el corazón en la mano, Hilario, no con frases buenas para engañar a la gente. Ni a ti ni a mí nos reclama el país. Nos reclaman (dejando a un lado tres o cuatro tontos y tres o cuatro ilusos) los grupos de convenencieros que andan a caza de un gancho de donde colgarse; es decir, tres o cuatro bandas de politiqueros...¡Deberes para con el país!...»
«Así son los hombres: a la hora de las consecuencias no más retuercen las manos y ponen los ojos en blanco: ¡debieran sufrir como las mujeres! Que te salgas, ¿me oyes? —La obedecí. Me duele pensar todavía que quién sabe si no más estuviera yo esperando ese pretexto de que me corrieran para salirme y no seguir viendo padecer a la pobre de Merced, ¡uno es tan cobarde a veces! Muchos amigos estaban en el patio; don Epifanio el primero y más reata; me hizo dar un buen trago de aguardiente; trató de tranquilizarme con historias peores; ¡Buena gente!»
«Llegaron unos días en quec[edij:o que iban a llegar los carrancistas. Los villistas salían a comprar cigarros y llevaban el 30-30 abrazado. Cartucho llegaba. Se sentaba en la ventana y clavaba sus ojos en la rendija de un a laja lila. A Gloriecita le limpiaba los mocos y con sus pañuelos le improvisaba zapetitas.»
«Hay que gastar de lo que el país produce: hombres morenos, como Juárez, para que nos gobiernen; y para beber, tequila, charanda o aguardiente de Puruarán, hijo de caña de azúcar, que es tan noble como la uva. Le aseguro que si en la misa se consagrara con aguardiente de caña, los curas serían más humildes y más dulces con su rebaño»
Y aunque esta no sea una novela, es una excelente recopilación que Maz Aub realiza sobre la narrativa dedicada a la revolución mexicana. ¡Imperdible!
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