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Las tierras flacas de Agustín Yañez
Así son los hombres: a la hora de las consecuencias no más retuercen las manos y ponen los ojos en blanco: ¡debieran sufrir como las mujeres! Que te salgas, ¿me oyes? —La obedecí. Me duele pensar todavía que quién sabe si no más estuviera yo esperando ese pretexto de que me corrieran para salirme y no seguir viendo padecer a la pobre de Merced, ¡uno es tan cobarde a veces! Muchos amigos estaban en el patio; don Epifanio el primero y más reata; me hizo dar un buen trago de aguardiente; trató de tranquilizarme con historias peores; ¡Buena gente!
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