Hace años leí Viven y pensé que en La sociedad de nieve me encontraría algo parecido, me explicaría la historia y a lo mejor algún dato más que no conocía, pero… jamás pensé que me llegaría tanto al alma. Mi shock empezó al darme cuenta de que todos los supervivientes tenía su instante en estas páginas, ya que cada uno de ellos narraba un capítulo (intercalados con algunos narrados por el autor, donde se daban más datos generales) donde explicaba sus vivencias, sus sentimientos y sus anécdotas en la montaña (y la vuelta a la sociedad del llano); esto me pareció una absoluta pasada, ya que nos enseñaba como el momento variaba dependiendo desde que ojos se veía. También logro que conociera más a fondo a muchos de ellos que en Viven me habían pasado totalmente desapercibidos. Se me puso la piel de gallina al ser testigo de como ellos hablaban de aquella sociedad que crearon allá arriba (que hoy perdura), donde solo se tenían unos a otros, esperando a la muerte, mientras toda la sociedad (la del llano, por supuesto) les había abandonado. En todo momento sientes como se te escapan las lágrimas y como se te va formando un nudo en el pecho, que te durara hasta que termines (te lo aseguro); como detalle, me pareció muy curioso que el primero en dar su testimonio fuera Roberto Canessa y el último Nando Parrado, las dos personas que lograron ese rescate tan ansiado, en la última expedición. También os confirmo que, aunque con todos os emocionaréis, notaréis más afinidad con unos que con otros. Me gusto ver como ellos remarcan en muchísimos momentos que todos hicieron posible ese final, tanto los vivos como los muertos, cada uno en lo que le tocaba consiguieron que el milagro de los Andes se hiciera realidad (resaltando, sobre todo a Numa Turcatti, al que la película le otorga el protagonismo del narrador). De esta historia yo siempre he sentido mucha debilidad por Liliana, la mujer de Javier Methol, que falleció en el alud, y me emociono muchísimo ver como la mostraban, como siempre la imagine, como un soporte emocional y una madre para todos. Liliana curaba solo con una caricia. También uno de los capítulos que más me llegaron fue sin duda el de Carlitos Páez y la lucha de su padre, un hombre que siempre pensó que su hijo estaba vivo y lucho sin fin por encontrarle. Dicho esto (resaltando solo algunos detalles de todo lo que es el libro), pienso que lo que cuentan las páginas de este libro es una absoluta enseñanza de vida y que tendría que ser leído al menos una vez en la vida… así que creo que con eso os dejo claro que os lo recomiendo. + Leer más |