El sueño de la aldea Ding de Yan Lianke
Un funeral es la forma de poner en orden la fachada de una vida.
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El sueño de la aldea Ding de Yan Lianke
Un funeral es la forma de poner en orden la fachada de una vida.
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El sueño de la aldea Ding de Yan Lianke
Parecía que estuvieran todos sepultados y sobre la superficie no quedaran más que la tierra, los cultivos, el viento, los insectos habituales de una noche de verano y el resplandor de la luna. Y bajo ese resplandor, el canto ahogado de las cigarras y de los grillos parecía colarse entre las rendijas del ataúd hasta helar la sangre y calar los huesos, como una fina corriente de aire gélido que alcanzará la médula y desencadenara un temblor incontenible.
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Los besos de Lenin de Yan Lianke
Tú, con ojos sanos, ves un mundo sucio. Yo, que no veo nada, imagino un mundo limpio. A menudo digo cosas como "tenías que haber dejado que me partiera la crisma", pero no las siento de verdad. En realidad nunca he querido morirme. Sin embargo, tú que ves y nunca pronuncias la palabra "muerte", seguro que piensas en ella diez veces al día.
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Días, meses, años de Yan Lianke
Sacó la balanza y pesó sus rayos: una onza y cinco décimas. Agarró el látigo, se colocó en un trozo de tierra baldía y lo sacudió una decena de veces, haciendo añicos los rayos, que se precipitaron ante sus ojos como flores de un peral. Por último, cuando no le quedaron más fuerza, colgó el látigo y gritó con voz desgarrada hacia el sol: ¡No evitarás que este anciano logre que el maíz madure y dé fruto!
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Los besos de Lenin de Yan Lianke
Todo el mundo tiene un miedo natural a la muerte. La mayoría de las enfermedades se exageran debido a ese miedo, que convierte las pequeñas molestias en males mayores, y así no hay forma de escapar de la muerte.
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Los besos de Lenin de Yan Lianke
A continuación, la anciana hundió los labios en las encías medio desdentadas y escupió con furia al jefe del condado en la cara. El restallar del salivazo fue tan estremecedor que hizo temblar el denso aire que se respiraba sobre el camino como una gran masa blanquecina que se tambaleara por un impacto.
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Los besos de Lenin de Yan Lianke
Aquí no hay fábricas ni minas, por lo que solo nos queda apostar por el turismo
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Los besos de Lenin de Yan Lianke
-¿Cuántos años tienes? -preguntó. -Diecisiete. -¿Y cuánto mides? -¿A ti que te importa? -replicó avergonzada. El hombre rió. -Debes de andar en torno a un metro. -¡Tú sí que andas en torno a un metro! -protestó ella indignada. |
Crónica de una explosión de Yan Lianke
"No me van a votar a mí, van a votar al dinero. Y yo ahora lo tengo a espuertas."
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El sueño de la aldea Ding de Yan Lianke
Morían, y no importaba. ¿Quién llora las hojas que caen de un árbol, la luz que se extingue al atardecer?
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Servir al pueblo de Yan Lianke
A menudo, los detalles no añaden a la historia ni fuerza ni grandeza. Quizá incluso a veces, al omitirlos, le den más fuerza y más autenticidad, permitiendo que se desarrolle y se transforme mejor.
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