Los besos de Lenin de Yan Lianke
A continuación, la anciana hundió los labios en las encías medio desdentadas y escupió con furia al jefe del condado en la cara. El restallar del salivazo fue tan estremecedor que hizo temblar el denso aire que se respiraba sobre el camino como una gran masa blanquecina que se tambaleara por un impacto.
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