Andrés Kim Seong-gon es un hombre de casi cincuenta años que ha ido encadenando en su vida fracaso tras fracaso. Con una mujer y una hija, disfrutaba de una vida apacible y un trabajo estable. Sin embargo, su necesidad de emprender le llevó a dejarlo todo para poner en marcha diversos proyectos, que terminaron fracasando. Cansada de ver cómo su marido no tenía visión de futuro, Ran-hee dio por finalizada la relación, eso sí, sin llegar a divorciarse. De este modo, el protagonista se queda solo.
La situación de Seong-gon se vuelve tan desesperada que intenta en distintas ocasiones quitarse la vida. Afortunadamente, ninguno de los intentos resulta exitoso, lo que le otorga una nueva oportunidad para vivir y ser feliz, aunque no será tarea fácil.
El protagonista ya ha comprobado que su vida no se va a solucionar de la noche a la mañana, por lo que empieza a ponerse retos a corto plazo que pueda ir superando. El primero de ellos es mejorar su postura y, a partir de esta decisión, aparentemente nimia, irá dándose cuenta de que los grandes cambios suponen constancia y compromiso. A partir de ese momento, comienza a convertirse en la persona que quiere ser.
El impulso es una novela de 256 páginas estructuradas en cuatro partes («De vuelta a lo básico», «El cajón del alma», «Proyecto Clavo Ardiendo» y «Apretón de manos»), un prólogo («Caída») y un epílogo («La vida de alguien»). La obra la componen 53 capítulos cortos, lo que agiliza enormemente la lectura.
La historia se cuenta a través de la voz de Seong-gon, aunque algún que otro capítulo está narrado desde otros puntos de vista, como el de su mujer Ran-hee. De este modo el lector puede asistir en primera persona a los cambios que se producen de forma gradual en la vida del protagonista; asimismo, también vemos cómo va cambiando su percepción de las cosas.
Debido a la longitud de los capítulos y la ligereza de la trama —no tiene grandes complicaciones, es bastante simple— mantiene buen ritmo, si bien es cierto que en algunos puntos de la historia el lector puede estancarse porque el mensaje y el contenido se vuelven un poco repetitivos.
Por otro lado, una de mis grandes decepciones con el libro ha sido la pluma de la autora. Si en Almendra me robó el corazón, en El impulso me ha resultado insulsa e incluso forzada. Y es que la obra, más que una novela al uso, parece un libro de autoayuda disfrazado de ficción. Además, tiene cierto tono aleccionador que, más allá de los mensajes «Mr. Wonderful» me ha sacado de la historia y me ha hecho plantearme dejar de leer.
En cuanto a los personajes, aunque no he llegado a sentir apego por ninguno de ellos, lo cierto es que evolucionan a lo largo de la historia y están bien perfilados.
Andrés Kim Seong-gon es el protagonista de la historia. Comienza siendo un soñador con muchos pájaros en la cabeza. Tiene muchos proyectos en mente pero, una vez los pone en marcha, no sabe mantenerlos y sacarlos adelante. Conforme se van sucediendo los fracasos esta actitud idealista se va transformando en pesimismo hasta llegar al punto de querer quitarse la vida. De él me ha gustado cómo va saliendo poco a poco del pozo. Su constancia es verdaderamente admirable, pues ha llegado a tocar fondo pero decide no rendirse y buscar una salida a su angustia. Su proceso de cambio es lo que vertebra la trama de El impulso.
Ran-hee es la mujer de Seong-gon, que se separa de él sin llegar a divorciarse. En toda esta historia, ella es la voz de la razón. Es una persona coherente y racional que quiere estabilidad en su vida y, como su marido no puede proporcionársela, y después de ver cómo él desestima sus consejos a la hora de arriesgar e invertir en nuevos negocios, decide seguir su propio camino. Este personaje me ha gustado mucho porque es alguien con quien es fácil identificarse, ya que es bastante realista.
Ji-seok es mi personaje favorito del libro. Uno de los proyectos de Seong-gon fue una pizzería; durante el tiempo que estuvo en marcha el negocio, el joven Ji-seok trabajó para él. Después de tener que cerrarlo, ambos toman rumbos distintos hasta que vuelven a encontrarse trabajando como repartidores. Es en este punto en el que Seong-gon está reconduciendo su vida y Ji-seok, que termina siendo una especie de compañero de piso, juega un papel fundamental en este proceso. Además, su exjefe también actúa como apoyo vital a la hora de perseguir sus sueños y ponerse metas.
En cuanto a los personajes secundarios, estos aparecen a lo largo de la historia para hacer evolucionar al protagonista. Le cuentan sus experiencias y le hacen reflexionar acerca de la persona en la que quiere convertirse. Aunque hay algunos que me han gustado —el conductor del autobús de una academia que siempre sabía mantener la calma—, otros me han parecido muy forzados y metidos con calzador.
El eje sobre el que se vertebra El impulso es la afirmación de que los grandes cambios solo se consiguen a través de pequeños cambios, es decir, que en lugar de afanarse en lograr metas inalcanzables (por el momento), lo mejor es proponerse objetivos a corto plazo que ir cumpliendo poco a poco. Me ha gustado mucho cómo se ha desarrollado este concepto porque concuerdo completamente con esta visión y, en el libro, la autora consigue plasmar muy bien el proceso y la evolución del protagonista.
También envía el mensaje de la importancia de estar en el presente, algo con lo que también comulgo. Muchas veces perdemos de vista lo verdaderamente valioso de nuestras vidas porque nos aferramos al pasado o estamos demasiado preocupados pensando en el futuro.
Otro punto que me ha gustado es que resalta que hasta en el más oscuro de los momentos se puede encontrar esperanza. También incide en que es importante darse segundas oportunidades a uno mismo; incluso cuando crees que todo está perdido, puedes hacer algo para cambiar las cosas, aunque al principio te parezca inútil o improductivo.
El final me ha parecido apropiado y acorde con el tono de la obra. Sin embargo, terminé de leer el libro ya desgastada por la impresión de haber leído un libro de autoayuda.
En definitiva...
El impulso es un libro que incide en lo importante que es marcarse pequeños objetivos para llevar a cabo cambios más grandes. Su personaje principal, Seong-gon, atraviesa diferentes fases en su vida y la que se nos narra en mayor profundidad es aquella en la que decide poner todo su empeño en mejorar. Su primer propósito —al que seguirán muchos otros— es enderezar su espalda y conseguir una postura más; a partir de este, va haciendo pequeños avances que repercuten positivamente en su futuro. Tiene mensajes interesantes (la importancia de estar presente o la necesidad de mantener la esperanza en momentos difíciles), pero lo que me ha fallado de esta historia es que, más que ficción, parece un libro de autoayuda. Las situaciones, lejos de sucederse de forma natural, parecen escritas con el mero propósito de aleccionar y eso, como lectora, me chirría muchísimo y hace que disfrute menos de la experiencia.
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