Viaje al pasado de Stefan Zweig
No, eso era otra cosa. Brillaba desde otra esfera, carente de concupiscencia, pura e intangible. Ni en el más apasionado de sus sueños se atrevía a desnudarla
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Viaje al pasado de Stefan Zweig
No, eso era otra cosa. Brillaba desde otra esfera, carente de concupiscencia, pura e intangible. Ni en el más apasionado de sus sueños se atrevía a desnudarla
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Viaje al pasado de Stefan Zweig
Y mientras abajo, las ruedas traqueteantes, corrían hacia un porvenir todavía invisible, que reservaba a cada cual algo diferente. Los pensamientos de los dos flotaron en sueños, regresando al pasado
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Viaje al pasado de Stefan Zweig
De modo que su único consuelo fue la esperanza, que no tardó en defraudar a miles de hombres, de que aquella locura durara poco
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Viaje al pasado de Stefan Zweig
Golpeó con los puños la mesa, como si quisiera descargarlos contra un enemigo invisible. En realidad, era la misma rabia impotente con que millones de hombres en todo el mundo, golpeaban la mazmorra del destino
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Viaje al pasado de Stefan Zweig
Cuando uno se hace viejo, busca su propia juventud y se alegra tontamente al revivir pequeños recuerdos
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
El recuerdo siempre une. Y un recuerdo afectuoso, doblemente.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Ya no era la honra del café Gluck, sino una verguenza, una mancha de mugre maloliente, desagradable a la vista, un parásito incómodo, inútil.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Los sufrimientos espirituales que tuvo que padecer Mendel durante esos dos años en el campo de concentración, sin libros, sin sus amados libros, sin dinero, en aquella inmensa jaula humana en medio de sus compañeros, indiferentes, ordinarios, la mayoría analfabetos, lo que hubo de sufrir allí, separado de su mundo, el mundo superior y único de los libros.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Entre las dos mil cartas que cada semana registraba y examinaba en busca de notificaciones poco claras y giros sospechosos de espionaje, jamás hasta entonces había descubierto un hecho tan absurdo como aquel de que alguien enviara desde Austria una carta a Francia de manera tan despreocupada.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Dios mío, pobre hombre, fuera de sus libros nada le alegraba ni le preocupaba
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Tampoco se percató de que faltaba Franz, el camarero, que había caído en Gorlice, y no sabía que al hijo del señor Standhartner lo habían cogido prisionero en Przemysl.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada vez más uniforme.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Protegían su mesa como si fuera un santuario, pues cada vez que aparecían sus numerosos clientes e informadores eran instados amablemente por el personal a hacer alguna consumición, de modo que la mayor parte de su margen de ganancia fluía en realidad hacia la voluminosa cartera de cuero que Deubler, el jefe de camareros, llevaba en torno a las caderas. Por ello Mendel gozaba de múltiples privilegios.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Después, tierno, cuidadoso, hojeaba el raro ejemplar con un enorme respeto, página por página. Nadie podía molestarle en un instante como aquél, como tampoco a un verdadero creyente durante la oración.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Dejando a un lado los libros, aquel hombres singular no sabía nada del mundo, pues todos los fenómenos de la existencia sólo comenzaban a ser reales para él cuando se vertían en letras, cuando se reunían en un libro.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
De cualquier obra que hubiera aparecido lo mismo hacía dos días que doscientos años antes conocía de un golpe el lugar de publicación, el editor, el precio, nuevo o de anticuario. Y de cada libro recordaba, con una precisión infalible, al mismo tiempo la encuadernación, las ilustraciones y las separatas en facsímil.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
En cuanto terminé, Mendel cerró durante un segundo el ojo izquierdo, igual que un arcabucero antes de disparar. Pero, de verdad, aquel gesto de concentrada atención duró tan sólo un segundo. Después enumeró de inmediato y con fluidez, como si estuviera leyendo en un catálogo invisible, dos o tres docenas de libros, cada uno de ellos con el lugar de publicación, la fecha y el precio aproximado. Me quedé perplejo. Aunque venía preparado, no me esperaba algo así.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
¿Que no ha querido? No. ¡No ha podido! Es un parch, un burro apaleado con el pelo gris. Le conozco, para mi desgracia, desde hace veinte años largos, pero sigue sin haber aprendido nada. Embolsarse el sueldo ... es lo único que saben hacer esos doctores. Deberían acarrear piedras en lugar de andar metidos entre libros.
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Mendel el de los libros de Stefan Zweig
Él lo sabe todo y lo consigue todo. Él te trae el libro más singular del más olvidado de los anticuarios alemanes. Es el hombre más capaz en toda Viena y además auténtico, un ejemplar de una raza en extinción, un saurio antediluviano de los libros.
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Gregorio Samsa es un ...