Stefan Zweig

De la noche a la mañana, las copas de los árboles reverdecieron. En las ramas heladas, guirnaldas llenas de capullos rompieron sus húmedos brotes. la primavera volvió a renacer de la tierra saturada. Y con ella, de nuevo la guerra.

Nuestro tiempo quiere y ama hoy las biografías heroicas, porque dada la pobreza propia en figuras de liderazgo políticamente creativo busca ejemplos mejores en el pasado.

Así volvieron a estar uno frente a otro sin intercambiar señas ni palabras; sólo sus miradas se besaban.

Me di cuenta que en este mundo, el pobre siempre será el maltratado, el humillado, la eterna víctima.

Nunca imaginé las satisfacciones que me podría procurar leer estos cuentos ahora que soy adulto, cuando puedo volver a ellos por la noche sin el miedo del niño a los duendes que se ocultan debajo de la cama, a los gigantes que acechan en la oscuridad o a los caníbales que le persiguen en sueños.

...cuando un edificio está podrido y largamente socavado, basta con sacar un solo clavo de la pared para que la casa entera se desplome.

Nada en el mundo puede oprimir tanto el corazón del hombre como la nada.

Las historias que se cuentan al atardecer enfilan siempre el dulce sendero de la melancolía.

Y percibió la ternura de sus manos y la amorosa bondad de sus ojos con el sobresalto de quienes durante semanas, meses y años sufren hambre de cariño y un buen día lo reciben con el alma llena de asombro.

Las verdaderas horas trágicas de la caída de María Antonieta no fueron nunca las de las grandes tormentas, sino las de los días engañosamente bellos que siempre relucen entre ellas.

El viejo poder, la realeza y sus guardianes, los aristócratas, se han ido a dormir. Pero la Revolución es joven, tiene la sangre indómita y ardiente, no necesita descanso, espera impaciente el día y la acción.

“sentí un regusto amargo en los labios. El regusto de la fugacidad.¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?”

Los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.

¡Qué monótona hace la repetición a la pasión misma!.

También la pobreza le ataba las manos. Lo que recibía de casa en cantidad suficiente, le resultaba demasiado escaso. Lo mantenía justo por encima de los escollos de la necesidad, sólo le llegaba para esa vida cotidiana, tranquila y sencilla, nunca habría alcanzado para un derroche delirante, que, sin embargo, es la inclinación de la juventud.

En política, los únicos que no tienen razón son los vencidos.

Atrajo suavemente hacía sí la mano del niño, que, como una mariposa, descansó temblorosa y ligera en la fría palma del anciano.

Tan sólo las campanas llamaban y llamaban sin interrupción, como desesperadas porque la niebla ahogaba su grito.

Trozo a trozo, un hombre arrancaba su vida de su pecho, y en aquel momento, yo, que era casi un niño todavía, vi, por vez primera, con trastornados ojos, las inconcebibles profundidades del sentimiento humano.

Solo puede ser justo aquel que no toma parte en el destino ni en la obra ajena.