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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.
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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
Hay dos tipos de secretos. Hay secretos de la boca y secretos del corazón. La mayoría de los secretos son secretos de la boca. Chismes compartidos y pequeños escándalos susurrados. Esos secretos ansían liberarse por el mundo. Un secreto de la boca es como una china metida en la bota. Al principio apenas la notas. Luego se vuelve molesta, y al final, insoportable. Los secretos de la boca crecen cuanto más los guardas, y se hinchan hasta presionar contra tus labios. Luchan para que los liberes. Los secretos del corazón son diferentes. Son íntimos y dolorosos, y queremos, ante todo, escondérselos al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón, y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven. Es mejor tener la boca llena de veneno que un secreto del corazón. Cualquier idiota sabe escupir el veneno, pero nosotros guardamos esos tesoros dolorosos. |
El nombre del viento de Patrick Rothfuss
Amamos lo que amamos. La razón no entra en juego. En muchos aspectos, el amor más insensato es el amor más verdadero. Cualquiera puede querer algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en un bolsillo. Pero querer algo a pesar del algo es otra cosa. Conocer los defectos y quererlos también. Eso es inusual, puro y perfecto.
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El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss
Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto |
El nombre del viento de Patrick Rothfuss
El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que dejamos atrás nuestra infancia.
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La música del silencio de Patrick Rothfuss
Era lo bastante listo para conocerse a sí mismo, lo bastante valiente para ser él mismo y lo bastante insensato para cambiarse a sí mismo, y al mismo tiempo, seguir manteniéndose auténtico.
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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Es como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre.
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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
Las mejores mentiras sobre mí son las que yo mismo he contado.
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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
Mis mayores éxitos fueron producto de decisiones que tomé cuando dejé de pensar e hice sencillamente lo que me parecía correcto
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El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss
Vashet me miró largamente. —Dentro de ti hay algo inquietante. Shehyn lo ha visto conversando contigo. No es una falta de Lethani. Pero eso aumenta mi inquietud en lugar de mitigarla, porque significa que dentro de ti hay algo más profundo que el Lethani. Algo que el Lethani no puede reparar. Me miró a los ojos. —Si así es, me he equivocado enseñándote. Si has sido lo bastante listo para mostrarme una cara falsa durante tanto tiempo, entonces eres un peligro, y no solo para la escuela. Si es así, Carceret tiene razón, y deberíamos matarte cuanto antes por la seguridad de todos. |
El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss
Me fijé en que Fela giraba la cabeza y miraba a Simmon como si le sorprendiera verlo allí sentado. O mejor dicho: fue como si hasta ese momento Simmon únicamente hubiera ocupado espacio alrededor de Fela, como un mueble. Pero esa vez, cuando ella lo miró, lo captó por entero. El cabello rubio rojizo, la línea de su mandíbula, la amplitud de los hombros bajo la camisa. Esa vez, cuando lo miró, lo vio de verdad. Dejadme decir una cosa. Todas las horas que pasamos buscando en el Archivo, todo el fastidio y el cansancio valieron la pena solo para presenciar aquel momento. Valió la pena sangre y temer a la muerte por verla enamorarse de Sim. Solo un poco. Solo el primer hálito débil del amor, tan leve que seguramente ni siquiera ella lo percibió. No fue espectacular, como un rayo seguido del estruendo de un trueno. Fue más bien como cuando golpeas pedernal contra acero y salta una chispa que se desvanece tan deprisa que casi no la ves. Pero sabes que está allí, donde no puedes verla, prendiendo. + Leer más |
El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss
El hombre había desaparecido. El mito no. Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, trotamundos, héroe y asesino, Kvothe había borrado su rastro. Y ni siquiera ahora que las tinieblas invaden los rincones de su mundo, está dispuesto a regresar. Pero su historia prosigue, la aventura continúa, y Kvothe seguirá contándola para revelar la verdad tras la leyenda. |
El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss
Denna se movía entre la multitud con lenta elegancia. No era la rigidez que pasa por distinción en escenarios selectos, sino una desenvoltura natural. Los gatos no piensan en estirarse, sino que se estiran. Pero los árboles ni siquiera hacen eso. Los árboles simplemente oscilan sin el esfuerzo de moverse. Denna se movía así. La alcancé tan deprisa como pude sin llamar su atención. —Disculpe, señorita. Denna se volvió, y su rostro se iluminó al verme. —¿Sí? —Normalmente nunca abordaría así a una mujer, pero no he podido evitar fijarme en que tiene usted los ojos de una dama de la que una vez estuve locamente enamorado. —Es una pena amar solo una vez —dijo ella, y su sonrisa traviesa dejó entrever sus blancos dientes—. He oído decir que hay hombres que consiguen amar dos veces, e incluso más. Ignoré la burla. —Yo solo he delirado una vez. Nunca volveré a enamorarme. |
El nombre del viento de Patrick Rothfuss
—¿Has participado en muchas peleas con navaja? —bromeé. —No en tantas como tú crees —repuso ella con una sonrisa pícara—. Es otra página de ese gastado libro que a los hombres tanto os gusta consultar para cortejarnos. —Puso los ojos en blanco, exasperada—. No sabes la cantidad de hombres que han intentado robarme la virtud enseñándome a defenderla. —Nunca he visto que llevaras un puñal —comenté—. ¿Cómo es eso? —¿Para qué voy a llevar un puñal? —replicó ella—. Soy una dulce y delicada flor, ¿no? Una mujer que se pasea exhibiendo un puñal solo busca problemas. —Metió la mano en un bolsillo y sacó un largo y delgado trozo de metal con uno de los bordes reluciente—. Sin embargo, una mujer que esconde un puñal está preparada por si surgen problemas. En general, es más cómodo aparentar que eres inofensiva. Menos problemático. Lo único que impidió que me quedara perplejo fue la naturalidad con que lo dijo. Su puñal no era mucho más grande que mi navaja. Era de una sola pieza, recto, con empuñadura de piel fina. Era evidente que no era ningún utensilio de cocina, ni una navaja de supervivencia. Me recordó, más bien, a los afilados cuchillos quirúrgicos de la Clínica. —¿Cómo haces para llevar eso en el bolsillo sin cortarte en trocitos? Denna se puso de lado para enseñármelo. —El bolsillo tiene un corte por dentro. Llevo el puñal atado a la pierna. Por eso es tan plano. Para que no se note que lo llevo bajo la ropa. —Lo asió por la empuñadura y lo sostuvo ante mí para que lo viera—. Así. Tienes que poner el pulgar en la parte plana. —¿Pretendes robarme la virtud enseñándome a defenderla? —pregunté. —Como si tú tuvieras virtud —dijo ella riendo—. Lo que intento es que no te cortes con esas manos tan bonitas que tienes la próxima vez que salves a una chica de una cerda. + Leer más |
Patrick Rothfuss
—¿Has participado en muchas peleas con navaja? —bromeé. —No en tantas como tú crees —repuso ella con una sonrisa pícara—. Es otra página de ese gastado libro que a los hombres tanto os gusta consultar para cortejarnos. —Puso los ojos en blanco, exasperada—. No sabes la cantidad de hombres que han intentado robarme la virtud enseñándome a defenderla. —Nunca he visto que llevaras un puñal —comenté—. ¿Cómo es eso? —¿Para qué voy a llevar un puñal? —replicó ella—. Soy una dulce y delicada flor, ¿no? Una mujer que se pasea exhibiendo un puñal solo busca problemas. —Metió la mano en un bolsillo y sacó un largo y delgado trozo de metal con uno de los bordes reluciente—. Sin embargo, una mujer que esconde un puñal está preparada por si surgen problemas. En general, es más cómodo aparentar que eres inofensiva. Menos problemático. Lo único que impidió que me quedara perplejo fue la naturalidad con que lo dijo. Su puñal no era mucho más grande que mi navaja. Era de una sola pieza, recto, con empuñadura de piel fina. Era evidente que no era ningún utensilio de cocina, ni una navaja de supervivencia. Me recordó, más bien, a los afilados cuchillos quirúrgicos de la Clínica. —¿Cómo haces para llevar eso en el bolsillo sin cortarte en trocitos? Denna se puso de lado para enseñármelo. —El bolsillo tiene un corte por dentro. Llevo el puñal atado a la pierna. Por eso es tan plano. Para que no se note que lo llevo bajo la ropa. —Lo asió por la empuñadura y lo sostuvo ante mí para que lo viera—. Así. Tienes que poner el pulgar en la parte plana. —¿Pretendes robarme la virtud enseñándome a defenderla? —pregunté. —Como si tú tuvieras virtud —dijo ella riendo—. Lo que intento es que no te cortes con esas manos tan bonitas que tienes la próxima vez que salves a una chica de una cerda. + Leer más |
Patrick Rothfuss
—Disculpa, señorita. —Ella era la única mujer que había en la sala—. Qué maleducado soy. ¿Cómo te llamas? —Ria. —Ria. ¿Es el diminutivo de Rian? —Sí —respondió ella con una sonrisa. —Por favor, Rian, ¿puedes cruzar las piernas? Hemme formuló ese requerimiento con tanta seriedad que no se oyó ni la más leve risita. Rian, desconcertada, cruzó las piernas. —Ahora que las puertas del infierno están cerradas —dijo Hemme con su tono normal, más brusco—, ya podemos empezar. Y eso hizo, ignorando a Ria durante el resto de la clase. Lo cual, en mi opinión, fue un favor involuntario. |
El nombre del viento de Patrick Rothfuss
—Pero supongo que el verdadero principio está en lo que me llevó a la Universidad. Fuegos inesperados en el crepúsculo. Un hombre con ojos como el hielo en el fondo de un pozo. El olor a sangre y a pelo quemado. Los Chandrian —Movió la cabeza afirmativamente—.Sí. Supongo que ahí es donde empieza todo. Esto, en gran medida, es una historia sobre los Chandrian.
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El nombre del viento de Patrick Rothfuss
Un poeta es un músico que no sabe cantar. Las palabras tienen que encontrar la mente de un hombre si pretenden llegar a su corazón, y la mente de algunos hombres es lamentablemente pequeña. La música llega al corazón por pequeña o acérrima que sea la mente de quien la escucha.
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¿En que trabaja Kote?