Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Es fácil hablar de abandonar, dejar, morir, cambiar, cuando dejar todo no significa nada.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Es fácil hablar de abandonar, dejar, morir, cambiar, cuando dejar todo no significa nada.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
– Nunca voy a dejarte. Pedime otra cosa. – Si no vas a irte, no me dejes solo. Ni aunque te mueras. Perseguime como un fantasma, “haunt me". – Por supuesto –le contesté–. Haría cualquier cosa por vos. |
Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
De tanto mirar las estrellas, uno se siente perdido, fuera del mundo. En el espacio, la vida humana no tiene significado. En este lugar tampoco.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Siempre me gustó ver en sus ojos que no tiene miedo de morirse o, al menos, que le da igual si se muere conmigo.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) pero no me preguntes si me gusta mi vida ni si soy feliz. Soy pobre y estoy enfermo. No tengo educación, no tengo familia, no tengo dinero. No creo ser capaz de trabajar. Necesito la asistencia que ustedes me ofrecen. Soy un sirviente.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Para ella, el amor es una impureza. Yo, en cambio, tuve tan poco amor que me parece una joya delicada y tengo terror de perderla.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Eso era ser huérfano: tener cajitas de cenizas y no saber qué hacer con ellas.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) le hubiese gustado hablarle un poco, por última vez a lo mejor, decirle que no lo perdonaba pero que lo quería, ¿se iba a morir sin volver a hablarle? ¿Se había terminado tan repentinamente?
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) y en la oscuridad lloró tratando de no hacer ruido hasta que se quedó dormido con la música en la cabeza (…)
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Los padres no tendrían que existir, tendríamos que ser todos huérfanos, crecer solos, que alguien te enseñe a hacer la comida y bañarte desde chico y nada más.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) lo voy a extrañar, pensó, me voy a alegrar cuando no esté porque va a ser más fácil dejar de estar triste sin él, pero lo voy a extrañar.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) le tomó la cara entre las manos, se agachó para mirarlo a los ojos y le acarició el pelo, la caja estaba en el suelo, entre los dos, y le dijo tenés algo mío, te dejé algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo que no esté sucio, que no sea oscuro, nuestra parte de noche.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
No podía leer poesía ni cuentos ni lo que en general le gustaba: no lo distraían lo suficiente y hasta, a veces, algunas cosas lo hacían llorar. (…) No podía soportar leer cosas lindas ni cosas tristes.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Sentía que, si lo dejaban preguntar y hablar, no iba a parar nunca, que la curiosidad lo invadía como las hormigas a una mermelada abierta y olvidada en la cocina.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
No le gustaba y nunca le había gustado quedarse callado, ni las miradas esquivas y los silencios incómodos, la manera, sobre todo de los adultos de mirarse entre ellos y tragarse las palabras (…)
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Los fantasmas son reales. Y no siempre vienen los que uno llama.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
–No sabía que pensar en ella y querer que volviese era llamarla.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
–No hay que mantener vivo lo que está muerto –dijo–. No lo vuelvas a hacer nunca.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) había leído en algún lado —¿una revista?, ¿algún cuento?, no se acordaba— que, si se deseaba algo con fuerza, si uno se concentraba y cerraba los ojos y pedía lo que quería sinceramente, era posible conseguirlo.
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¿Qué objeto le lanzaron los gemelos Weasley a Voldemort a la cara?