El balcón en invierno de Luis Landero
Deberíamos escuchar como suelen escuchar los niños lo que les maravilla, con los ojos ayudando a las orejas a oír y con las orejas ayudando a los ojos a ver.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Deberíamos escuchar como suelen escuchar los niños lo que les maravilla, con los ojos ayudando a las orejas a oír y con las orejas ayudando a los ojos a ver.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Todo invitaba en aquellos antros mal iluminados y peor ventilados al devaneo y al sueño. Esa es la imagen, y la atmósfera, que mejor definen y esclarecen en mi memoria no solo a las academias nocturnas, sino también a la España de entonces.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Y luego, un día, no sé de qué manera, dejé de creer en Dios y me encontré creyendo en Gustavo Adolfo Bécquer.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Esconderte en un libro, en el cálido cubil de las palabras, eso es lo que has hecho tantas veces, como de niño en los desvanes.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Por un momento se me vinieron a la memoria los días de lluvia de mi infancia, cuando toda la familia se quedaba callada, sobrecogida por aquel misterioso acontecer que era la lluvia cayendo y sonando sobre el campo. Y como también los animales se quedaban callados, extáticos, ante ese acto primordial de la naturaleza, en todo el campo se hacía un gran silencio y una gran soledad,
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El balcón en invierno de Luis Landero
Es nostalgia y pesar de la juventud, de la belleza, de la acción, de todo cuanto sucumbió al tiempo, pero también de lo que no llegó a vivirse, de los alegres decires nunca dichos, de las correrías nunca emprendidas, de los amigos que no tuve, del amor apenas entrevisto, de la vida dilapidada en vano, y de lo breve e ilusorio de los ahoras, de los mañanas y de los entonces, y de todo este pobre negocio de años y de afanes de que está hecha la vida.
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El balcón en invierno de Luis Landero
Que se sepa, y no solo con el pensamiento sino ante todo con la cercanía de los sentidos y del corazón, que se vivió, y se soñó, y que si en ese desear y afanarse ningún acto llegó a ser del todo provechoso, tampoco fue del todo en vano. [...] En cada instante, en cada frase, en cada suspiro, en cada pequeño acontecer, lo trivial y lo misterioso van a partes iguales. Eso es todo, y no hay más que contar. Un grano de alegría, un mar de olvido.
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El balcón en invierno de Luis Landero
lo que nos gusta no es la acción sino las palabras, el hablar por hablar y hacer castillos en el aire.
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Una historia ridícula de Luis Landero
La disculpa no vale por ser sincera sino por ser pública. Más que un remedio para el ofendido es un castigo para el ofensor.
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Una historia ridícula de Luis Landero
Solo los más poderosos tiranos han conseguido corregir el pasado a su antojo, pero al final siempre se ha impuesto, inexorable, la verdad de los hechos.
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Una historia ridícula de Luis Landero
El amor nos alucina, nos da por castigo la esperanza, nos traslada a una dimensión fantástica de la realidad.
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El huerto de Emerson de Luis Landero
En mis lecturas además no ha habido un plan ni un orden sino el apasionado y gustoso amontonamiento de lo que iba encontrando al paso, como el chamarilero al que no hay cachivache que no le sirva para su negocio, porque nunca he leído para ser un gran profesor, o para construir un edificio de conocimiento, y si algo perseguía en mis lecturas además del placer y la curiosidad, era ensanchar mi imaginación y mi horizonte de escritor.
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Juegos de la edad tardía de Luis Landero
Ocurría que en cuanto le faltaron las fuerzas para mantener activo su ambicioso proyecto de desesperación, que lo obligaba a trabajos que algo tenían de heroicos y benéficos, y como ya no era dueño de su propia angustia, había perdido el placer de la expiación, y con él se extinguió también el último sentido de su vida.
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La vida negociable de Luis Landero
A lo mejor es que me estoy curando del afán, pensé en algún momento, porque esa ha sido siempre mi enfermedad crónica, el deseo inagotable, la fiebre y el ansia de futuro, la ambición de querer excederme a mí mismo, y acaso sea verdad que contra ese mal de juventud no hay mejor medicina que los años. Con los años, uno se acomoda a lo que hay, negocia con uno mismo y con el mundo, porque, como bien decía mi padre, todo en la vida es negociable, ahora comienzo a comprenderlo, ahora que empiezo a vivir en el presente sin otra patria que el presente. Quién sabe, quizá aceptando mi fracaso, es decir, aceptándome, consiga, si no ser feliz, al menos un poco de sosiego y de paz.
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El huerto de Emerson de Luis Landero
Dice Emerson que cada cual ha de aceptarse a sí mismo tal como es, y aceptarse además con orgullo y contento. Que a todos nos ha tocado en suerte un terrenito en el que laborar. Que es seguro que habrá alrededor terrenos más grandes y fértiles, donde crecen lechugas mejores que las nuestras, pero que nosotros tenemos que cultivar lo nuestro, el huerto que nos tocó en suerte, sin envidiar lo ajeno, conformes y alegres con nuestras lechugas, por pequeñas y pálidas que sean.
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Lluvia fina de Luis Landero
Ahora ya se sabe con certeza que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes. Quizá tampoco lo sean las conversaciones de diario, los descuidos y equívocos verbales o el hablar por hablar... Hay algo en las palabras que ya de por sí, entraña un riesgo, una amenaza, y no es verdad que el viento se las lleve tan fácilmente como dicen. No es verdad.
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Antes de la lluvia de Luis Landero
Pensé también en las mías, en mis ilusiones perdidas, y en cómo las ilusiones que se pierden no suelen ser suplantadas por otras. Son solo eso: vacíos, huecos, magníficos edificos en ruinas, jardines de ayer donde hoy solo crecen hierbas sin ley, amargas flores sin aroma. Pensé en cómo mi mundo propio e irrepetible, con su infinita minucia de sucesos, al que a última hora vendría a agregarse el de la muerte, se perdería conmigo, igual que se perdió el de mis padres y los de todos los muertos que ahora me rodeaban. Algo único y prodigioso muere irreparablemente en cada uno de nosotros.
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Qué puede hacer el llamado de una mandrágula?