El amante japonés de Isabel Allende
La muchacha no podía imaginar el coraje que se requería para envejecer sin asustarse demasiado; su conocimiento de la edad era teórico.
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El amante japonés de Isabel Allende
La muchacha no podía imaginar el coraje que se requería para envejecer sin asustarse demasiado; su conocimiento de la edad era teórico.
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Violeta de Isabel Allende
Según el poema de Antonio Machado, «no hay camino, se hace el camino al andar», pero en mi caso no hice camino, sino que he transitado dando tumbos por senderos angostos y tortuosos que a menudo se borraban y desaparecían en la espesura.
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Violeta de Isabel Allende
Lo único que quiero es cerrar los ojos y dejar de existir, disolverme en el vacío, como la niebla del amanecer.
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Violeta de Isabel Allende
… que le iba a dar tanto y tanto amor que a él le iba a sobrar para regalar a otros.
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Violeta de Isabel Allende
El cariño se cultiva, Camilo, hay que regarlo como a una planta, pero nosotros dejamos que se secara.
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
La separación entre los seres también es ilusoria, puesto que todo está unido en el universo.
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
El afecto es como la luz del mediodía y no necesita la presencia del otro para manifestarse.
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
El deseo y el temor son ilusiones, Dil Bahadur, no son realidades.
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Violeta de Isabel Allende
Muchos años más tarde, en su vejez, Josephine Taylor me contaría que esta tarde Teresa y ella sellaron una amistad que habría de transformar su vida. Su única experiencia sexual habían sido las violaciones y golpes de aquel militar británico en su adolescencia, que le dejaron marcas en el cuerpo y la memoria, y un rechazo profundo a toda forma de intimidad física. La idea del placer sexual le resultaba inconcebible, y tal vez por eso no supo interpretar las atenciones de José Antonio. Con Teresa descubrió el amor y puede cultivar de a poco su sensualidad, cuya existencia no sospechaba. A los 31, era de una inocencia inusitada
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Violeta de Isabel Allende
Ese cuento de que todos los humanos somos iguales ante la ley y ante los ojos de dios es una patraña, Camilo. Espero que no lo creas. Ni la ley ni dios nos tratan a todos del mismo modo. Eso es obvio en este país. Al conocer a alguien, nos basta una leve inflexión en el acento, la forma de tomar los cubiertos en la mesa, o la desenvoltura para tratar a una persona de condición inferior para identificar en un segundo a cuál de los infinitos estratos sociales pertenece. Es un talento que pocos extranjeros llegan a dominar.
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Violeta de Isabel Allende
Los hombres hablan de política y negocios; las mujeres hablan de sus achaques y de servicio doméstico. Al despertar por la mañana, mi madre hacía un inventario de lo que le dolía lo anotaba en la misma libreta donde llevaba la lista de los remedios del pasado y del presente, y a menudo se entretenía leyendo esas páginas con más ternura de la que le inspiraba el álbum de fotos familiares. Yo iba por el mismo camino de mi madre; de tanto, fingirme enferma, era experta en una variedad de enfermedades, pero gracias a miss Taylor, que no me hacía caso, se me curaron solas.
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La isla bajo el mar de Isabel Allende
No hay nada tan peligroso como la impunidad, amigo mío, es entonces cuando la gente enloquece y se cometen las peores bestialidades, no importa el color de la piel, todos son iguales.
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El amante japonés de Isabel Allende
O tal vez no hay pasado ni futuro y todo sucede simultáneamente en las infinitas dimensiones del universo.
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El amante japonés de Isabel Allende
Hemos dicho muchas veces que amarnos es nuestro destino, nos amamos en vidas anteriores y seguiremos encontrándonos en vidas futuras.
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El amante japonés de Isabel Allende
Hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aún así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno.
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El amante japonés de Isabel Allende
Se avanza paso a paso hacia el final, unos más rápidamente que otros, y por el camino se va perdiendo todo.
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El amante japonés de Isabel Allende
Que la edad, por sí sola, no hace a nadie mejor ni más sabio, sólo acentúa lo que cada uno ha sido siempre.
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¿En qué época está ambientada la obra?