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Clemencia de Fernan Caballero
...enseñando con una descomunal sonrisa una dentadura con ictericia, que hubiese hecho mejor en ocultar con una presumida seriedad.
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Clemencia de Fernan Caballero
¡Cuánta ventaja llevan las ariscas en presentarse como fruta vedada! ¡Cuánto ganan las mujeres con hacerse valer! ¡Qué bien habían de tener en cuenta que todo lo que se prodiga pierde su prestigio, pues mientras más tiene que afanarse el hombre para alcanzar lo que anhela, más precio le pone! Y ¡cuánto les valdría recordar que el maná llovido del cielo acabó por empalagar al pueblo de Israel!
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Clemencia de Fernan Caballero
¡Los cabellos se van! ¿Por qué será que en este siglo de las luces hay tantos calvos y tantos cortos de vista? Los cortos de vista, se comprende que lo sean, por lo que deslumbra tanto resplandor como dan las dichas luces; ¿pero el cabello?, ¿qué tiene que ver con las luces? A esto dicen los dueños de ingratos cabellos, que la emancipación de estos es debida a la actividad, a la fuerza, al vigor del pensamiento que le roba el suyo al pelo. Así es, por lo visto, que el pensamiento que fecunda tantas cosas, parece que tiene el mal tino de secar las raíces del cabello, a cuya sombra se cría
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Elia o La España treinta años ha de Fernan Caballero
quitóse el patron su sombrero, y entonó en alta voz un Padre nuestro por las almas de los muchos que han perecido en aquel peligroso escollo; ¡santo sufragio, tierno recuerdo del que se salva al que sucumbió, que debían respetar por humanidad los que no lo respetan por devoción! Pero esta tierna, piadosa y grave costumbre, ha sido abolida, sirviendo el impío sarcasmo de puñal para unos, de espantajo para otros. Así hicieron los impíos el gran servicio á la ilustración, de helar la oracion en la boca de la generalidad.
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Elia o La España treinta años ha de Fernan Caballero
¡Cuán verdad es, que cuánto más se sabe... ménos se siente!
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Elia o La España treinta años ha de Fernan Caballero
éranse dos amigos muy queridos, que se prometieron que el que primero muriese vendria á traerle al otro noticias de cómo le iba por el otro mundo,—Casáronse ambos, y el primero que murió cumplió su palabra, y se le apareció al otro.—¿Qué tal te vá? le preguntó este.—Grandemente, contestó el aparecido. Cuando me presenté allá arriba, me dijo Sain Pedro: ¿cuál ha sido tu vida?—Señor, respondí, soy un pobre hombre, estaba casado...—No digas más, dijo su mercé; pasa adelante, que todo lo tienes purgado.—Y en la gloria estoy.—Con esto desapareció, dejando á su amigo tan satisfecho y consolado. Andando el tiempo se le murió la mujer, y andando un poco más se volvió á casar. Cuando le llegó su hora, y salió de su casa con los piés por delante, se presentó muy cariparejo á San Pedro.—¿Cuál ha sido tu vida? preguntó el Santo.—He sido casado dos veces, contestó muy en sí el recien llegado, dando un paso adelante para colar adentro.—Pero el calvo le dió un llavazo y le dijo:—¡Atrás, compadre, que el cielo no se hizo para los tontos!
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La Gaviota de Fernan Caballero
Pero ¿qué extraño es que digan mal del país los extranjeros, si nosotros somos los primeros en denigrarnos? Sin tener presente el refrán de que «ruin es, quien por ruin se tiene».
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La Gaviota de Fernan Caballero
El heroico desprendimiento con que los toreros se auxilian y defienden unos a otros, es lo único verdaderamente bello y noble en estas fiestas crueles, inhumanas, inmorales, que son un anacronismo en el siglo que se precia de ilustrado.
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La Gaviota de Fernan Caballero
—Conque ¿el tuteo entre padres e hijos corrompe las costumbres? —Sí, sobrina; como todo lo que contribuye a disminuir el respeto, sea lo que fuere.
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La Gaviota de Fernan Caballero
no hay cosa más justa que pedir a Dios por los difuntos; y yo me acuerdo de un cofrade de las ánimas, que estaba una vez pidiendo por ellas a la puerta de una capilla y diciendo a gritos: «El que eche una peseta en esta bandeja, saca un alma del Purgatorio.» Pasó un chusco y, habiendo echado la peseta, preguntó: «Diga usted, hermano, ¿cree usted que ya está el alma fuera?» «Qué duda tiene», repuso el hermano. «Pues entonces—dijo el otro—, recojo mi peseta, que no será tan boba ella que se vuelva a entrar.»
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La Gaviota de Fernan Caballero
las gentes de alta razón, los ilustrados, los que dicen ser los más y se tienen por los mejores no creen que la oración es un lazo entre Dios y el hombre.
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La Gaviota de Fernan Caballero
El interior del buque presentaba el triste espectáculo del principio de un viaje marítimo. Los pasajeros amontonados luchaban con las fatigas del mareo. Veíanse mujeres en extrañas actitudes, desordenados los cabellos, ajados los camisolines, chafados los sombreros. Los hombres, pálidos y de mal humor; los niños, abandonados y llorosos; los criados, atravesando con angulosos pasos la cámara, para llevar a los pacientes té, café y otros remedios imaginarios, mientras que el buque, rey y señor de las aguas, sin cuidarse de los males que ocasionaba, luchaba a brazo partido con las olas, dominándolas cuando le oponían resistencia, y persiguiéndolas de cerca cuando cedían.
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"El segundo sexo" de Simone de Beauvoir es ...