No iba a leerlo tan rápido, pero la llegada de este libro a la lengua hispánica ha ocasionado un boom difícil de explicar en redes sociales. No tiene una portada especialmente llamativa, ni la idea que se deja entrever en su sinopsis es novedosa, pero tiene algo que ha hecho que todo el mundo en booktwitter pierda la cabeza.
Así que lo he colado en la fila. Porque la fila es mía y hago con ella lo que me da la gana. Un poco como lo que hace Catriona Ward, la autora, con su obra.
El libro es coral, tenemos hasta cuatro narradores: Ted, Olivia, Lauren y Dee. Se respira en el aire de estos cuatro el ambiente de un thriller policiaco de los Estados Unidos profundos: típico caserón de contrachapado en mitad de la nada, un auténtico estercolero descuidado. En él vive un tipo grandullón, de ojos pequeños, que mentalmente no está bien. Una niña desaparecida, un pasado en torno a la zona de desapariciones de otros chicos… y una familiar de la última desaparecida que quiere terminar el trabajo policial a medias.
Pues partiendo de esa base, Ward le da la vuelta a todo y hace una crítica que me ha parecido muy inteligente a esos estereotipos, algunos realmente dañinos. Especialmente el del trastorno mental, tan criminalizado. Ha hecho un buenísimo trabajo a mis ojos documentándose sobre dichos males y los ha tratado con crudeza y, a la vez, delicadeza. Nos muestra lo que son de primera mano, sin tapujos y sin medias tintas, para que entre en la cabeza que no es algo a lo que debamos estar disociados.
Ted me ha hecho dar vueltas sobre mí misma tela de veces. Desde el principio me ha resultado un personaje tierno, al que el mundo trata de manera injusta pero porque así es el mundo por defecto. A mi modo de verlo es el pilar de la novela, su cimiento más importante y casi único. Lo vemos desde todas las perspectivas y todas las ideas que pululan por el libro desembocan en él. Tiene todas las dimensiones posibles e incluso las imposibles, potenciales que las pistas nos sugieren. Al pobre mío lo he querido, a la par que lo he culpado. Aunque, perra vieja que soy, sabía desde el principio su auténtico papel en todo eso. He tenido que relegar esa certeza al fondo de mi cerebro para poder leerlo sin muchos contratiempos o sin que yo misma me estropee la historia.
Y el último personaje que me resulta interesante para comentar es Dee. Tras la desaparición de su hermana Lulu, todo su mundo se vino abajo. Es la única que aún busca la verdad y eso la lleva a seguir el reguero de pistas hasta la casa al final de Needless Street. Tengo cierto conflicto con ella, muy parecido al que tenía con Ted, pero en menor rango porque no pasa por tantas fases como él. Me sabe mal el final del libro por su culpa, es una astillita en el corazón, porque aunque sé que hay cierta justicia poética, el viaje junto a ella hace que todavía dude.
Es un libro que invita a las relecturas, porque está plagado de detalles sutiles en todos sus poros, pistas de lo que realmente está ocurriendo y que, si no somos capaces de hilarlo todo, puede invitar a confusiones. Hay información que parece contradecirse a sí misma para, después de 300 páginas así, desembocar en un final que todo lo ata.
Y no hay un final más satisfactorio que aquel en el que todo cobra sentido y no se deja nada atrás.
Enlace:
https://cafeinayletras.wordp..