La casa al final de Needless Street

Una escapada familiar al lago que acaba en desastre, una mujer atormentada que se martiriza con los recuerdos de aquel día y una solitaria casa, de ventanas tapiadas, en la que habitan Ted, su hija y su gata.

Lulu era una niña pequeña cuando desapareció en el lago y todos los elementos que rodean lo ocurrido permanecen inexplorados, inconexos. Dee, su hermana mayor, es incapaz de aceptar que no se haya localizado aún al culpable y cerrado la investigación, por lo que no va a cejar su empeño hasta que encuentre las respuestas que le han sido negadas. Lo que nos lleva a la última pieza de este rompecabezas: Ted. Un solitario vecino de Needless Street, también rodeado de misterios y de comportamiento extraño, cuyos pilares vitales son su hija y su fiel compañera felina.

Catriona Ward crea un ambiente angustioso, en el que nada es lo que parece y la ansiedad es capaz de hacer mella en el lector, que necesita más elementos, unirlos, reflexionar sobre lo que está leyendo. ¿Quién es el culpable? ¿Qué nos están ocultando? ¿Qué deberíamos sentir por los personajes de esta novela y qué sentimos realmente conforme los vamos conociendo?

La culpa, el dolor, el sufrimiento, la ansiedad, la exclusión social, la construcción de la memoria y el olvido son algunos de los muchos temas que se tratan en esta obra, y no de un modo ligero, sino que Ward es capaz de jugar con nuestra mente, ponerla a prueba, para demostrarnos que hay varios tipos de historias, distintas versiones y que las líneas que las separan son tan finas como subjetivas.

No quiero adentrarme en más detalles ya que el factor sorpresa es clave en este tipo de novelas, pero no puedo evitar destacar la gran labor de investigación de la autora, cómo cada elemento va apareciendo justo en su debido momento y cómo el respeto hacia su trabajo y lo que quiere lograr con él, a quien quiere homenajear, queda claro en cada parte de la historia.