Puñal de claveles: libro en letra grande de Carmen de Burgos
La clave de la pasión andaluza estaba en la sensualidad de los perfumes de su tierra.
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Puñal de claveles: libro en letra grande de Carmen de Burgos
La clave de la pasión andaluza estaba en la sensualidad de los perfumes de su tierra.
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Puñal de claveles: libro en letra grande de Carmen de Burgos
Todo su ser de virgen se estremecía de pasión no sentida, que despertaba con la boda, pero no para el novio […].
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Puñal de claveles: libro en letra grande de Carmen de Burgos
Había ya cumplido los veinte años y veinte años eran muchos años allí, donde las mujeres, prematuramente maduras, se casan a los quince o dieciséis, lo más tarde.
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Puñal de claveles de Carmen de Burgos
Pura los olía tan ansiosamente que casi había ocultado el rostro entre los pétalos. Cuando levantó la cabeza estaba pálida y parecía que se había encendido en sus pupilas azules una luz extraña. -Qué tienes?-preguntó la madre. -Estoy un poco mareada. -Es que esos claveles huelen que trasciende!-dijo Rosa. |
Puñal de claveles de Carmen de Burgos
Y los dos corrían hacia la dicha, embriagados en el perfume del amanecer y en los olores a jabón y a colonia que emanaban las ropas de la muchacha, mezclados con los efluvios de la carne morena y primaveral. La clave de la pasión andaluza estaba en la sensualidad de los perfumes de su tierra.
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Puñal de claveles de Carmen de Burgos
Tenían que salir el sábado de madrugada para llegar a Níjar a hora de recibir la bendición y, después de descansar las horas de sol de la siesta, volver con la fresquita, a fin de estar a tiempo de la comida y marchar al cortijo de los Tollos para armar el baile, que duraría ya hasta el lunes de madrugada. Iba a ser una boda de rumbo.
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La confidente de Carmen de Burgos
No necesitaban acudir al veneno ni a los medios de violentos.Bastaba aquella atmósfera de falsedad, de sátiras mordaces, de hipocresía, para ir matando a la infeliz lentamente. Se moría de consunción, de desesperación, sin gritos. No había defensa posible.
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La confidente de Carmen de Burgos
Todas las mujeres la buscaban por confidente. Dolores y recados se le confiaban por igual. Y ella las oía cumpliendo la obra de Misericordia más alta de todas, la que exige el caudal espiritual de quien puede practicarla, la que sólo pueden ejercer las millonarias en espiritu: consolar al triste.
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La mujer fría y otros cuentos de Carmen de Burgos
¿Es que en el amor pueden existir derechos de prioridad o de cualquier clase que sean? No. Es que no comprenden que una mujer que ha sido casada y madre, pueda amar hasta con más vehemencia que una criatura que aún no sabe lo que es el amor.
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Ellas y Ellos o Ellos y Ellas de Carmen de Burgos
¿Tendencias? Yo soy naturalista romántica y variable, como mis yoes. Me gusta lo bello y la libertad de hacerlo sin afiliarse a escuelas.
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Ellas y Ellos o Ellos y Ellas de Carmen de Burgos
Hoy me gusta lo impensado, lo incierto; me atrae lo desconocido; el encanto del libro que no se ha leído y de la partitura que no se escuchó jamás. No comprendo la existencia de las personas que se levantan todos los días a la misma hora y comen el cocido en el mismo sitio. Si yo fuera rica, no tendría casa. Una maleta grande y viajar siempre. Deteniéndome en donde me agradase, huyendo de lo molesto... aspirando el aroma de las cosas sin analizarlas.
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El hombre negro de Carmen de Burgos
Sintió como si se hubiese cerrado su pasado tan herméticamente como se cierra después de nacer la puerta de la nada por la que se entra en la vida.
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El hombre negro de Carmen de Burgos
No podía mirar de frente por estar hecho de refilón, porque era todo él filo, y andaba de perfil, de filo, como intimidado y torcido por el aire que movían las gentes que le cogían de frente
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El hombre negro de Carmen de Burgos
Bernardo entraba en todas partes, y después se lo contaba a ella para obligarla a admirar lo que en el fondo le repugnaba. Él no buscaba más que la apariencia brillante de las cosas. A veces la brillantez lo deslumbraba y le hacía caer ofuscado la credulidad de creerse digno de los homenajes y las consideraciones, y así adquiría mayor seguridad, mayor cinismo para fingir con un aplomo casi sincero.
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El hombre negro de Carmen de Burgos
En el pueblo los hombres lo disponían todo; ellos eran los que tenían siempre razón. Las mujeres habían de cuidarlos y servirlos; la ropa de ellos habría de estar pronta y planchada, aunque ellas estuviesen medio desnudas. El bocado preferido en la mesa era para el hombre; este no podía esperar ni ser discutido. Podía salir, divertirse, cometer infidelidades.
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¿Quién escribió la saga?