El hombre negro de Carmen de Burgos
Bernardo entraba en todas partes, y después se lo contaba a ella para obligarla a admirar lo que en el fondo le repugnaba. Él no buscaba más que la apariencia brillante de las cosas. A veces la brillantez lo deslumbraba y le hacía caer ofuscado la credulidad de creerse digno de los homenajes y las consideraciones, y así adquiría mayor seguridad, mayor cinismo para fingir con un aplomo casi sincero.
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