La señorita Else de Arthur Schnitzler
Ya está casi oscuro. Noche. Noche sepulcral. Preferiría estar muerta. Eso no es verdad. ¿Y si bajo inmediatamente para hablar con Dorsday antes de la cena? ¡Oh, qué horror! Paul, si me consigues los treinta mil, podrás tener de mí lo que quieras. Esto está otra vez sacado de una novela. La noble hija que se vende por su amado padre, y a fin de cuentas aún se divierte con ello. ¡Qué asco! No, Paul, por treinta mil no puedes tener nada de mí. Nadie. ¿Pero por un millón? ¿Por un palacio? ¿Por un collar de perlas? Si alguna vez me caso, probablemente lo haré por menos. ¿De verdad es tan malo? Fanny al fin y al cabo también se ha vendido. Ella misma me dijo que tenía miedo de su marido. Bueno, ¿qué te parece, papá, si me subasto esta noche? Para salvarte de la cárcel. ¡Sensacional! Tengo fiebre, seguro. ¿O ya me encuentro mal? No, tengo fiebre. Tal vez sea el aire. Como el champán. Si Fred estuviera aquí, ¿podría aconsejarme? No necesito consejo. Tampoco hay nada que aconsejar. Hablaré con el señor Dorsday de Eperies, le daré el sablazo, yo la entusiasta, la aristócrata, la marchesa, la mendiga, la hija del defraudador. ¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo he llegado a esto?
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