Calificación promedio: 5 (sobre 6 calificaciones)
/Viví mucho tiempo en un pueblo al sur de Francia, ahí vivía también mi biblioteca y al tener yo que trasladarme a Argentina, tuve que desarmarla, ahora vive en un limbo, ya que se encuentra en un depósito en Montreal. Escribí en ese proceso este libro que se presenta como una elegía a mi biblioteca perdida, en la que hablo de muchas cosas, de la pérdida, del deseo, de los sueños, no solo de libros, aunque hablo mucho de mis diccionarios.
Como Director de la Biblioteca Nacional de Argentina, aunque yo no vivo tanto en Argentina, yo vivo en la biblioteca, puedo decir que es el mejor lugar para un lector. La biblioteca debe retomar su rol fundamental en la sociedad, ese espacio de descubrimiento que ha sido suplantado por las instituciones financieras y el consumismo fácil. La biblioteca debe ser la memoria y el espejo de la sociedad que alberga.
Una de las secciones favoritas de aquella biblioteca que tuve que dejar, albergaba los diccionarios y para aquellos a quienes nos gustaba leer —hablo de mi generación— el diccionario era un talismán de poderes misteriosos, porque nuestros mayores nos habían dicho que ahí se encontraban todas las palabras que nombraban todo lo que conocíamos, así como también aquello que nos quedaba por descubrir. El diccionario era custodio del pasado, de esas palabras que usaban nuestros abuelos y del futuro, de esas palabras que nombraban aquello que algún día quizás íbamos a querer decir. Los diccionarios confirman y fortalecen el alma de un idioma.
La literatura canibaliza los formatos y los géneros literarios, se escriben novelas que parecen guías de ferrocarril, se escriben poemas que parecen biografías, se escriben relatos que parecen mapas y se escriben libros literarios que parecen diccionarios, como el Diccionario del diablo de Ambroise Bierce o El diccionario de lugares comunes de Flaubert. Incluso la gran enciclopedia de las luces tomó la forma del diccionario para poder introducir comentarios antireligiosos y políticos que hubiesen sido censurados si se los escribían de otra manera. La forma del diccionario en la literatura ha servido muchas veces de camino para combatir la censura.
La lectura se adquiere por contagio y no todos terminamos enfermos, para todo lector hay un libro aunque no siempre se puedan encontrar (ese lector con ese libro). Si seguimos viendo la lectura como algo sacro o de élite, como algo ajeno a nuestra cotidianidad o como una necesidad, seguirá siendo una utopía, por eso hay que ver la lectura como un acto de rebeldía, si transmitiésemos eso a los jóvenes las cosas serían distintas. En los jóvenes hay un impulso de rebelión y de curiosidad que en general las sociedades tratan de reprimir y si los jóvenes quieren rebelarse y oponerse como individuos la mejor forma de hacerlo es oponiéndose a los valores de la manada, oponerse a lo fácil, a lo rápido, saber que la dificultad es un tesoro precioso, que el pensamiento lo es y que a través de esto van a encontrar una fuerza en su propia libertad e inteligencia.
Cada lector la escribe a su manera con sus experiencias. Para mí personalmente cambia todos los días y desde que soy Director de la Biblioteca Nacional de Argentina ha tomado un giro administrativo que ciertamente no me esperaba.
La misma respuesta que dio Flaubert : «Lee para vivir».
Yo empecé a escribir no por un libro sino cuando una persona que significó mucho en mi vida y fue fundamental para hacerme entender la relación de la lectura con la vida acabó siendo una persona que traicionó a sus alumnos e hizo que fueran torturados por los militares. Para entender esto escribí.
Los cuentos de los hermanos Grimm, solo que en aquel momento no sabía que eran literarios.
Muchos pero sobre todo La Divina Comedia de Dante.
Ninguno, yo no siento ese tipo de vergüenza.
Muchos, hay un escritor ruso Gaito Gazdanov que tiene una novela que se llama El espectro de Alexander Wolf, muy buena; y un novelista chino llamado Yan Lianke que me parece uno de los grandes novelistas de este siglo.
Para mí sí pero cada lector elige los que quiere, no me gusta hablar en esos términos, no son juicios que podemos emitir en general.
Estoy leyendo a un escritor ecuatoriano que no conocía y que inicia el Realismo Mágico en la literatura, José de la Cuadra, su novela Los Sangurimas.
Presentación de la novela "La ciudad de las palabras. Mentiras políticas, verdades literarias" de Alberto Manguel (Argentina) el pasado 6 de septiembre de 2010 acompañado por el también escritor Eduardo Berti (Argentina). Ciclo Describo que escribo Escribo que escribo, decía Salvador Elizondo, fundando la escritura como un ejercicio que no tiene otro fin que reflexionar sobre sí misma. O mejor: reconociendo que la vida, el mundo, inclusive el proceso de escritura, es algo que se escribe. Como tal, está en elaboración permanente e inagotable, y no está del todo terminado. Describo que escribo es una propuesta de Casa de América para que destacados autores latinoamericanos compartan con los lectores esa vivencia de la escritura como proceso de vida; para que narren, describan y caractericen cómo, por qué y para qué escriben, y qué son ellos en tanto que escritores que escriben y son escritos.
¿En qué año nace este personaje?