Las primeras tentativas de versos, sencillísimos pareados, que enseñaba a mi abuela, y cuando tomaba notas de las historias antiguas que ella me contaba.
Del hecho de recordar que de pequeña hubo algún tiempo en que estuve convencida que yo era adoptada. Seguramente a muchos niños les ha pasado por la cabeza. Y a partir de ahí uno se puede sentir extraño con respecto al mundo en el que ha crecido porque ese mundo, con sus códigos, sus maneras de hacer propias y antiguas, tiene poco que ver con el mundo exterior u otras personas de la misma edad. El germen de la novela es haber sentido como propio ese contraste, ese chirrido e intentar hacer literatura con él.
Totalmente. El desclasamiento es algo que sólo existe en la cabeza de quien viene de un mundo y pisa otro de nuevo sin que nadie le esté esperando en ese mundo nuevo. Y además, el uno y el otro no se anulan, solapan, crean una nueva realidad. Eso se ve con la cuestión del mundo rural y urbano: el padre de Mila es un campesino que va a la fábrica y que por su manera de actuar parecería más bien su abuelo, pero a la vez, deja pasar pequeños avances o inventos de algo parecido a la modernidad.
He querido crear como un espacio mítico. Claro que yo he vivido y he transitado barrios de pueblos de periferia, pero me interesaba darle una pátina de identidad propia a este espacio. A menudo es tan feúcho que parece que no tenga historia, pero por eso mismo, contando los momentos cruciales de la familia de Mila y de Mila en este espacio, pasa a contener también un montón de historias: historias de drama, de miedo, de iniciación o de amor, todas caben. Y todas religan el tronco familiar. Para la abuela de Mila la autopista es una cosa; para ella, otra.
Bueno, nada te asegura nada en este mundo y menos ahora, que en un plis plas cualquier certeza se convierte en ceniza. Pero en todo caso me parece interesante preguntarse por qué somos como somos o hacemos ciertas cosas como las hacemos y hasta qué punto tenemos la posibilidad de cambio al alcance de la mano: ¿podemos ser algo diferente a lo que en principio estábamos programados, incluso cuando no había una programación establecida para nosotros? Y a parte, me parece que las historias familiares, con todo lo que se cuenta y todo lo que se calla, son una superpotencia narrativa.
Tengo la impresión que sobre la maternidad hay una mitificación romántica en constante renovación, tanto si es con un tono antiguo como aparentemente progre. Y al final el camino que toma Mila es el del sentido práctico, que es lo que ha mamado en casa. Las dudas alrededor de su embarazo le hacen de palanca con la cual intentar poner en orden ese pasado. Es un momento bisagra como hay muchos otros, como mucha gente los puede haber vivido en este último año. Pararse a pensar y volverse a levantar es necesario, ¿no? Y es un clásico de la acción cotidiana más mínima.
Medio místico, medio brujo es una definición fantástica de este personaje. Digamos que he tenido cerca un perfil muy parecido a El hombre de allá arriba, aunque parezca salido de un mundo mágico muy lejano. Y habría sido un crimen desaprovecharlo como personaje literario, porque concentra -y he querido que concentrase- miedos y perspectivas vitales, la sabiduría y lo inexplicable e incluso insólito.
Sí, el título encaja con esta idea que Mila vive las cosas como si no las estuviera viviendo, como si no fuera ella la protagonista, como si no estuviera en el lugar de los hechos e incluso necesitara escapar de él. Hay un momento en que Mila dice: se han acabado los trucos de escapismo. de ahí la fotografía de Méliès, que me parece muy simpática y juguetona. Y la novela tiene muchas ganas de jugar con el propio recuerdo, la verdad y la mentira.
Supongo que forma parte del estilo y también de una cierta inconsciencia de la mirada: es una forma de mirar la realidad, de perfilarla y también de perforarla. Y supongo que para Mila es una vía para protegerse de ciertas asperezas, de aquello que le hace daño.
Una enorme alegría por lo que significa ya este premio, por continuar en Anagrama y porque No estoy aquí es fruto de muchísimo trabajo y un proceso largo de afinar la voz de la protagonista y las ideas sobre la herencia familiar, de sacarle resentimiento y meterle vibración vital. Después, con la pandemia, todo ha sido muy extraño (ya tiene gracia, tratándose de una novela sobre la extrañeza y la supuesta normalidad) y se ha hecho más complicado el recorrido del libro, pero como tantas cosas para todo el mundo.
El panorama es muy interesante, porque creo que hay vías creativas abiertas en varias direcciones y, además, hay autores -y muchas autoras- que están encontrando traducciones en otras lenguas, algo esencialísimo para la literatura en catalán. ¿Voces? Un montón, pero para decir algunas que sé que cuentan con alguna traducción al castellano: Jordi Lara , Antònia Vicens, Raül Garrigasait , Francesc Serés o Marta Orriols; y las anteriores ganadoras -y un ganador- del Premi Llibres Anagrama (Irene Solà, Llucia Ramis, Tina Vallès y Albert Forns), y no es ningún cumplido.
Trabajo en la tercera novela, que tengo el reto de hacerla epistolar (¡veremos!) y en un libro de no ficción sobre deporte femenino, pero desde una perspectiva personal. ¡Lo que he aprendido de muchas deportistas entrevistadas en los últimos meses!
Uno infantil (El zoo d`en Pitus -El zoo de Pitus- de Sebastià Sorribas) y quizá Calvino (El barón rampante) y algo de Lorca y Josep Pla, pero no soy muy consciente de ello.
No me ha pasado. En todo caso, es una envidia cochina que sirve para intentar subir un peldaño de la montaña.
Diría que Stefan Zweig, Novela de ajedrez. Y uno muy desconocido y muy querido, Carles Sindreu, poeta de la vanguardia catalana de los años treinta del siglo XX.
Más poesía que novela (autores en catalán, como Foix, Vinyoli, Marçal, Brossa o Salvat-Papasseit, pero también Iehuda Amichai o Omar Khayam). Y hay novelistas a los que siempre vuelvo, como Natalia Ginzburg y Carson Mccullers.
Finnegans Wake. Pero es que me dormí en una lectura.
Un escritor en catalán que es un creador humanista, porque también toca otros campos, como el teatro, el documental y la música, Jordi Lara.
Últimamente he leído Alejandro Zambra y tengo Poeta chileno subrayadísimo: «Generalmente cambiaban las sábanas y las expectativas».
Pavese La luna y las hogueras para el programa de radio donde colaboro, y Margaret Atwood Los testamentos, Calvino Si una noche de invierno, un viajero y Zambra Tema libre. (Siempre tengo varios libros abiertos)
Moby Dick, Herman Melville