Ercole Furioso de Séneca
Me apostaré allí y para que los dardos salgan disparados por un arco certero, yo los lanzaré con mi mano; yo gobernaré sus armas cuando ya esté loco; por fin voy a ayudar a Hércules en una lucha…
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Ercole Furioso de Séneca
Me apostaré allí y para que los dardos salgan disparados por un arco certero, yo los lanzaré con mi mano; yo gobernaré sus armas cuando ya esté loco; por fin voy a ayudar a Hércules en una lucha…
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Ercole Furioso de Séneca
Juno, ¿por qué no enloqueces todavía? A mí, a mí, hermanas, privadme de razón, trastornadme a mí la primera, si es que yo me dispongo a hacer algo digno de una madrastra…
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Ercole Furioso de Séneca
Pero todo eso lo ha vencido él. ¿Buscas a alguien equiparable al Alcida? Nadie hay más que él mismo: haga, pues, consigo mismo la guerra.
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Ercole Furioso de Séneca
Él se sobrepone a las desgracias y se engrandece con ellas y mi cólera le produce gozo. Mis odios los convierte en motivos de alabanza propia: al imponerle empresas demasiado crueles he demostrado quién es su padre y le he dado una oportunidad para su gloria.
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Ercole Furioso de Séneca
Yo, la hermana del Tronador (éste es, en efecto, el único título que se me ha dejado), a un Júpiter que siempre anda con otras y a los santuarios del altísimo cielo, siempre vacíos, los he abandonado.
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La brevedad de la Vida de Séneca
¿Acaso es tan agradable morir trabajando? Así piensan la mayoría de los hombres; más les durará el afán de trabajar que las fuerzas para hacerlo; pero luchan con la debilidad de su cuerpo, y aun la vejez solo les parece insoportable, porque les separa de sus actividades.
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La brevedad de la Vida de Séneca
(…) hay enfermedades que deben curarse a escondidas del enfermo y muchos murieron solo por haber sabido qué mal sufrían.
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La brevedad de la Vida de Séneca
Solemos decir que no dependió de nosotros la elección de nuestros padres, sino que nos la dio el azar; pero de nuestra voluntad depende el nacer a nosotros mismos.
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La brevedad de la Vida de Séneca
La vida se divide en tres épocas: el pasado, el presente y el futuro. De estas, la que ahora vivimos es breve, la que hemos de vivir incierta; solo la que ya pasó es segura.
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La brevedad de la Vida de Séneca
No creas, pues, que, por tener canas o arrugas, un hombre habrá vivido mucho: no es su vida la que ha durado, sino su existencia.
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La brevedad de la Vida de Séneca
Todos precipitan su vida, y asediados por el presente, se afanan por el deseo del futuro. En cambio, aquel que dedica todo su tiempo a su propia utilidad, que ordena cada uno de los días como si fuera una vida eterna, ni desea el mañana ni le teme.
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La brevedad de la Vida de Séneca
Vivís como si la vida tuviera que durar siempre; nunca se os ocurre pensar en vuestra caducidad; no observáis cuánto tiempo ha transcurrido ya, y vais perdiéndolo como si fuera algo sobrado y abundante, siendo así que tal vez aquel mismo día que dedicáis a este hombre o a este asunto, es el último de vuestra vida.
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Hercules Oetaeus de Séneca
Cuanto por parte tuya había en mí de mortal, el fuego, al que yo vencí, se lo ha llevado: la parte de mi padre ha sido entregada al cielo; la tuya, a las llamas
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Hercules Oetaeus de Séneca
He sido la única, entre todas las madres que hay sobre la tierra, que se ha abstenido de hacer súplicas, nada he pedido yo a los dioses del cielo, cuando estaba a salvo mi hijo
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Hercules Oetaeus de Séneca
¡Oh, demasiado, demasiado feliz, esposo tebano: entraste a los recintos del Tártaro, cuando tu hijo estaba en plena flor y tu llegada tuvieron que temerla los infiernos, sólo porque llegabas tú, el padre de Hércules, aunque fueras falso!
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Hercules Oetaeus de Séneca
Agarra sin cobardía la antorcha del Eta. ¿Por qué se ha estremecido tu derecha? ¿Esa mano despavorida ha huido acaso de un crimen impío? Devuélveme ahora mismo la aljaba, cobarde, inútil, indolente… ¡Vaya mano para tensar mi arco! ¿Por qué se asienta la palidez en tus mejillas?
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Hercules Oetaeus de Séneca
No me aterran los parajes abismales de la muerte ni los lúgubres reinos del Júpiter sombrío, pero me ruborizo, padre, de ir como una sombra hacia aquellos dioses a los que yo he vencido.
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Hercules Oetaeus de Séneca
¡Qué porte tan sereno mantuvo! Se cortaron las lágrimas, quedó vencido el dolor incluso en nosotros mismos, nadie se puso a gemir al verlo perecer…
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?