Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé
Qué nube más negra, que noche más larga, cógeme entre tus brazos y no me sueltes, amor mío.
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Calificación promedio: 5 (sobre 94 calificaciones)
/En 1962, Juan Marsé recorrió Sevilla, Cádiz y Málaga acompañado por su amigo Antonio Pérez y el fotógrafo Albert Ripoll Guspi. Su propósito: escribir una crónica, con fotografías y fragmentos tomados de la prensa, que mostrara cabalmente la realidad que el franquismo silenciaba. Los problemas financieros y la presión de la censura consiguieron que el libro terminado y entregado no llegara a publicarse. Hasta el mismo Marsé creyó que aquel original se había perdido para siempre. Pero cincuenta años después, aquel trabajo que iba a firmar con el seudónimo de Manolo Reyes (el Pijoaparte, que protagonizaría pocos años después «Últimas tardes con Teresa», la novela con la que Marsé se consagró), ese retrato social y moral de aquella España, finalmente se publica. Andreu Jaume, a cargo de la edición, cuenta cómo fue ese emotivo viaje al pasado con Marsé durante sus últimos meses de vida. Encuentra este y otros artículos en http://revistalengua.com Texto de Andreu Jaume narrado por Antonio Martínez Asensio.Crédito Imagen ilustrativa: Año 2008, Lisbeth Salas.
Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé
Qué nube más negra, que noche más larga, cógeme entre tus brazos y no me sueltes, amor mío.
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Noticias felices en aviones de papel de Juan Marsé
Y nunca olvides que el amor verdadero que puedas merecer de una mujer no será el que estás buscando, sino el que no sabías que estabas buscando
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Noticias felices en aviones de papel de Juan Marsé
—¿El entresuelo? ¡Huy, no debes quedarte ahí, niño! O se está por encima del suelo o por debajo. Así es la vida.
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Ronda del Guinardó de Juan Marsé
𠇎l inspector había bregado contra esa clandestina fiereza del barrio hasta ahogarse en ella. Se dijo una vez más que ya nada le incumbía, que ya no vivía aquí y no valía la pena pararse a distinguir entre una estraperlista y una furcia de tres al cuarto; probablemente era ambas cosas a la vez”. —No puedo perder una hora. Vivimos de la caridad, señor, ¿es que no lo sabe? — Y en tono burlón prosiguió—: Hay que llevar dinerito a la Casa, hay que pencar, oiga. ¿Quién me paga a mí esa hora? No querrá usted quitarles el pan a unas huerfanitas desamparadas que tienen que ir por ahí fregando suelos…”. —"Era un pobre soldado. Lo llevaban en una manta y de cintura para abajo no tenía nada. Pero nada, oiga. Volvió a ver las piernas abandonadas al otro lado de la vía, en la tranquila postura de un hombre que está reparando algo debajo de un vagón, y todavía hoy se preguntaba por qué las dejaron allí; tal vez porque llovía mucho y por los aviones. «Dijeron que no fue el tren, que fue una bomba», recordó: en ese mismo tren había viajado desde Málaga con las monjitas y otras huérfanas, a los siete años, hasta llegar aquí, «Mi gente ya había muerto, señor, ya estaba sola en el mundo», lloviendo todo el camino hasta Barcelona”. «Qué espanto. Ahora no lo pueden enterrar en tierra santa, en ningún cementerio. No irá ningún cura y la caja no llevará la cruz, porque es un suicida». Suicidio…"Dicen que ahora pasa mucho, que hay como una plaga, pero que no sale en los diarios porque está prohibido hablar de eso". 𠇎ntre los hierros retorcidos de la cabina crecían cardos y ortigas. La pertinaz sequía, que duraba ya meses, rajaba la tierra arcillosa y rojos brocados de polvo cubrían rastrojos y desperdicios. Un paisaje podrido que fatigaba la imaginación”. zan gatos y palomas 𠅊ñadió—. Los gatos los desuellan y los venden como conejos. Hay gente que está ciega, ¿no cree? El inspector se encogió de hombros. Había visto mucha basura en esta vida y a mucha gente que no quería verla”. “Rosita retrocedió arropándose con la frazada. Se acentuó el arrebol en sus mejillas y el centelleo febril en sus ojos negros, aquel tráfago ponzoñoso de crías de alacranes. —¡No se acerque! ¡No mire! El inspector permaneció quieto un buen rato. Percibía el vaho corrupto que exhalaba la tierra, la entraña crapulosa de la primavera. Sujetó a Rosita del brazo y la abofeteó”. "Y lo mismo debía ocurrirle a ella; nada que no pudiera arreglarse con volver la cara y vomitar, siempre y cuando se tuviera estómago para hacerlo… Consideró entonces la falacia ambulante que representaba la huérfana, la añagaza piadosa de su peregrinaje con la capilla, su solitaria ronda al borde del hambre y la prostitución”. + Leer más |
El amante bilingüe de Juan Marsé
Marés era un hombre de cincuenta y dos años, pero aparentaba menos debido a la caricia del fuego, desde que un grupo de exaltados nacionalistas catalanes que recorría las Ramblas en manifestación, tres años atras, hallándose él sentado en esa misma esquina de Sant Pau, lanzó un cóctel Molotov-Tío Pepe con tan mala fortuna que se estrello en la acera delante de él y le dejó el rostro y las manos de seda. El fuego diseño en la piel de las mejillas una sonrisa perenne y burlona, una soñadora ironía.
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Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé
Una chica inteligente, que no le tenga miedo a la vida, distinguida y culta, es un tesoro, y si uno se enamora de ella, ya es rico para toda la vida.
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Ronda del Guinardó de Juan Marsé
El inspector tropezó consigo mismo en el umbral del sueño y se dijo adiós, pedazo de animal, vete al infierno.
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El embrujo de Shanghai de Juan Marsé
Los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos, dijo el capitán Blay caminando delante de mí con su intrépida zancada y su precaria apariencia de Hombre Invisible: cabeza vendada, gabardina, guantes de piel y gafas negras, y una gesticulación abrupta y fantasiosa que me fascinaba.
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Encerrados con un solo juguete de Juan Marsé
Mala cosa odiar la tierra que uno pisa y el aire que uno respira...
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Encerrados con un solo juguete de Juan Marsé
Las cosas son como son, o mejor dicho, como nos las han dejado.
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Gregorio Samsa es un ...