La trama de los días

Rafael Ávila nació en Melilla y se licenció en Filología Hispánica. En la actualidad reside en Málaga y es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Ha publicado varios poemarios, entre ellos el que os traigo hoy, publicado este año.

El poemario está dividido en tres partes: "los hilos del otoño", "los hilos de los otros" y "los hilos del amor". En la primera parte nos hace reflexionar sobre la tristeza y la melancolía a través del otoño como símbolo de la pérdida y el paso del tiempo. En la segunda parte, los hilos se centran en las personas queridas que nos rodean como la familia y los amigos, los cuales forman parte todos ellos del tapiz que tejemos día tras día. Por último, la tercera parte se centra en "los hilos del amor" los cuales no dan fuerza, vitalidad, alegría y dan testimonio de los momentos felices de nuestra vida.

Es un poemario que refleja muy bien todo el tapiz que vamos tejiendo mediante esos hilos a lo largo de nuestra vida: amor, amistad, melancolía, tristeza, pérdida...

La parte que más me ha gustadi y me ha llegafo es la primera, "los hilos del otoño" quizás porque soy una melancólica de la vida o bien porque este sentimiento que me gusta tanto encontrarme reflejado en la poesía me da mucha paz...

He encontrado emoción, amor, versos bonitos, versos que duelen, versos que asfixian y que pesan, inclinando la balanza.
No sé si Rafael Ávila es un gran poeta, pero escribe con sinceridad y con sinceridad nos muestra la trama de sus días, que son también los míos, los nuestros. Qué fácil es empatizar con su sensibilidad. Qué duro, a veces.

La primera parte es la más coherente y la que más me ha gustado. En las otras dos, lo que he señalado en el primer párrafo se deshincha, llega casi a disolverse. Sin embargo, el poeta no deja que se disuelva del todo, al final, la sensibilidad con que inicia la obra entra de nuevo en efervescencia y el poemario retoma al menos parte de esa fuerza cautivadora del comienzo. Es fácil conectar al final, quizá también por la abundancia de lugares comunes.
Echo de menos dos cosas: musicalidad y concreción. La primera se logra en contadas ocasiones, de la segunda nos despedimos por la abierta voluntad del poeta de construir largos y adjetivados sintagmas que nos dejan más fríos de lo que creo que pretende dejarnos.

En definitiva, me quedo con la primera parte, con esos hilos del otoño. Creo que el poemario es un ejercicio de catarsis para el poeta más que una obra para el lector, que tiene suerte si, como me ha sucedido, se encuentra en sus palabras. Insisto, no es difícil, pero tampoco está asegurado.

Dado que no suelo leer demasiada poesía, aunque es un hábito que me gustaría ir rompiendo, no creo estar en posición de hacer una crítica sobre las formas o el uso de las mismas.
Pero sí entiendo que la poesía es un arte y si la finalidad y esencia de éste es precisamente despertar emociones y conmovernos de alguna forma, este poemario lo logra. En unas partes mejor en otras no tanto, porque como ocurre con la primera persona, no todos podemos identificarnos con cada emoción del otro. Sin embargo, sí que consigue que empaticemos en la mayoría de estos poemas que tienen ese halo de nostalgia, de añoranza de otro tiempo y personas que ya no están. Quizá eso ha sido lo que más me ha hecho comprender esta obra, esos sentimientos que quien más quien menos tenemos dentro.

Ha despertado especialmente recuerdos de personas e historias. Si he de elegir, ha sido imposible no recordar a mi abuela cuando me hablaba de las reuniones con sus vecinas en juventud al leer el "Círculo de mujeres". No se han perdido, es cierto, pero yo solo podía pensar en cómo imaginaba a mi abuela aquí, sonriendo alegre con sus compañeras de fatigas y eso me ha emocionado.