La culpa del abate Mouret

Siguiendo con los Rougon-Macquart que tanto me estaban gustando, me tocó leer el quinto libro de la serie, “La culpa del abate Mouret”.

Los acontecimientos se desarrollan poco después del final de “La conquista de Plassans”, con Serge Mouret como protagonista, hijo de los personajes centrales del libro anterior. Serge es ordenado sacerdote y se traslada al pueblo de Artaud, donde desarrolla un amor por la naturaleza y por la Virgen María. Aquejado de unas fiebres, es ayudado por una joven campesina, Albine, y se vuelve momentáneamente amnésico, dejándose llevar por la belleza del paisaje (un jardín paradisíaco) y los cuidados de Albine.

La verdad es que la premisa es muy interesante, parece una suerte de “Pájaro espino”, pero con el contexto de los Rougon-Macquart y el estilo de Zola. Pero la realidad es que es una novela que me ha aburrido soberanamente. La leí con @paginas_leidas y @mivida_entrelibros, y los tres hemos coincidido en nuestra opinión.

Reconozco que, como todo lo de Zola, está muy bien escrito. Nos traslada totalmente a ese jardín y a ese ambiente opresivo, con esos colores y esos olores, esas flores, esas frutas, la inocencia, la sencillez. La novela es una especie de reinterpretación del mito de Adán y Eva, el Paradou es como imaginaríamos ese jardín del Edén. Pero el libro se hace largo, no ocurre prácticamente nada a lo largo de sus más de 500 páginas. El final, digno de Zola, no consigue hacernos olvidar el resto de la novela.

Sin duda es otro estilo de novela, completamente naturalista, todo hay que decirlo, y, a pesar de mi opinión sobre ella, no creo que haya sido un “error” del autor sino que estoy segura de que su intención era escribir una novela exactamente como lo hizo. de hecho, es un libro que divide mucho al público: a muchos nos ha aburrido, pero también muchos lo han amado.

Lo que está claro es que es otra muestra del inmenso talento de Émile Zola. Eso sí, después de terminarlo, me tomé un descanso de unos meses para seguir con su obra. Pero pronto seguiré con “Su excelencia Eugène Rougon”.
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