Él nunca logró entender el mundo, solo supo contarse así mismo.
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Él nunca logró entender el mundo, solo supo contarse así mismo.
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En estas pocas páginas se comprime todo [...], todos los atributos de Verlaine: el penitente acusador que nunca dejó de ser, el borracho colérico, el poeta tierno y nostálgico, el buen pecador de una fe infantilmente inteligente y a la vez tan enigmática en su ingenuidad...
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Tenía todavía lágrimas que como gotas de rocío cuelgan puras y resplandecientes incluso de las flores más fantásticas y confusas...
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Marinero en tierra