La biblioteca de fuego

Los políticos siempre se acusan mutuamente, lo que sólo genera desesperanza.

No se juzga a los que se ama.

Lloro todo lo que tengo que llorar y así echo la espina. Si no la echo me envenena, pero si la expulso se me pasa. Dejadme llorar y en unos días volverá la Rápida de siempre.

No sé si será de trasnochadas, pero para ellos somos invisibles hasta que buscan a quien culpar. -Estrellita estaba lanzada-. También te digo que ser invisible tiene sus ventajas: tienes un campo de acción que no sospechan.

Veva, Estrellita y yo nos preguntábamos cómo nos las arreglábamos las mujeres para tener siempre la culpa de todo cuando alguien no quería aceptar su responsabilidad.

A lo mejor la Biblioteca Invisible sólo es interesante en tiempos interesantes -repuso ella-. Y los tiempos interesantes son algo que nadie debería vivir.

la duda. ¿Quién era yo para juzgar quién debía o no aprender?

Quienes tienen poder para borrar la historia, tienen poder para reescribirla.

Viéndola a ella, me di cuenta de que se nos educaba para estar siempre tensas y pendientes de todo, y envidié la tolerancia que se tenía con los chicos, que hacía que todo en ellos fuese más laxo y menos estricto.

La convicción de que estábamos luchando por salvar algo importante me levantaba cada día y me empujaba a la biblioteca para remar contra el miedo. Sentía que, sin nuestros esfuerzos, el futuro del país entero estaría vendido, ganase quien ganase, pues habría perdido su pasado, su historia, su cultura, su identidad, su memoria.