Fuegos

Como si un adolescente desde la madurez encontrara la palabra exacta para expresar su rabia, Yourcenar nos regala una de las obras más hermosas que se hayan escrito desde el dolor.

Para ello compone 9 relatos y un título que lo dice todo. "Fuegos"

Cada uno de ellos, a excepción de María Magdalena, hacen referencia a dioses o mitos griegos y en estos, a su vez, encontramos muchas más alusiones a la multitud de personajes que los rodeaban.

Sería de mal gusto decir que no es un libro para cualquier lector, pero si requiere del conocimiento profundo de estos dioses, mitos y humanos, para una mejor comprensión de la belleza de cada palabra.

La autora pone toda la carne en el asador de su desengaño, utilizando a seres universales, que también ardieron por amor.

De Safo a Patroclo, Yourcenar confiesa su desesperación con una prosa poética, lírica...majestuosa.

Cada relato elige una ínfima parte del personaje y no siempre en su época, modificando su historia con parábolas preciosas y también complejas, dado el carácter íntimo y personal de lo que pretende transmitir.

Al final de cada cuento laten aforismos y pequeñas poesías en prosa como un complemento al que yo no he sido capaz de encontrarle un valor añadido al relato en cuestión y por tanto, los he dejado respirar de forma independiente.

En lo personal...

A trescientos mil años luz de distancia de aquel dolor irracional, con el alma llena de puntos de sutura y alguna cicatriz en la cara oculta del corazón, el amor dejó de sangrar y dio paso a la ansiada "calma"

Las venas hirvientes siguen fluyendo indómitas, mas el tiempo posee la condición de sanar.

Desterrada la locura del desamor de mi particular manicomio, me concedo una lectura madura, donde el recuerdo comprende y empatiza con el sufrimiento de la autora, pierdo en rebeldía, ganando en texturas y matices.

Pero entre las heridas del desaliento que de ella heredé y la paz con la que tu me alimentas...no hay color ni dimensión.

No se que es más difícil, si abandonar la amargura o acostumbrarse a sonreír.

Quizá mi lado autotorturador hubiera deseado leer esta obra aquellos años, en cualquier caso...son bellezas distintas.

Lo que está claro es que existe un abismo literario entre la belga Yourcenar y los garabatos de este valenciano.

Había que intentarlo.

Obra de juventud, de entre las grandes guerras (que resuenan como cañonazos o estallidos de granada de Troya a Tebas), este terrible, lírico y apasionado hasta el desenfreno libro mantiene incólume su hechizo y su asombro en mi segunda lectura, tantos años después.

Inclasificable, con un equilibrio entre la antigüedad y la convulsión de una Europa sobre la que ululan las sirenas (y el mundo calla sobre el lecho evocado por los Trágicos), con una escritura que aún no es la solemne y majestuosa de Opus nigrum o Memorias de Adriano (en la que seguirá latiendo tan fuerte la vida sobre los mármoles) y deudora de Valery, Giraudoux, de Cocteau, con un expresionismo de bacante, "tensa y florida", nos ofrece aquí Yourcenar su revisión de los grandes dramas que cimentaron nuestra cultura.

No es una obra perfecta, y no es didáctica o divulgativa: es una exploración a tumba abierta de las honduras del deseo, de la desesperación, del abandono.
Clitemnestra, Fedra, Aquiles, Lena (la de los tiranicidas) y, sobre todo, María Magdalena o la salvación, nos hablan de muy cerca, nos gritan desde el horizonte, se hacen uno y nosotros con esta poderosísima y pujante escritura. "Espero que este libro no sea leído jamás". Agradecimiento ferviente a quien la convenció, y por rescatarlo veinte, treinta años después a ella misma, La Primera Inmortal.