Fuegos

Obra de juventud, de entre las grandes guerras (que resuenan como cañonazos o estallidos de granada de Troya a Tebas), este terrible, lírico y apasionado hasta el desenfreno libro mantiene incólume su hechizo y su asombro en mi segunda lectura, tantos años después.

Inclasificable, con un equilibrio entre la antigüedad y la convulsión de una Europa sobre la que ululan las sirenas (y el mundo calla sobre el lecho evocado por los Trágicos), con una escritura que aún no es la solemne y majestuosa de Opus nigrum o Memorias de Adriano (en la que seguirá latiendo tan fuerte la vida sobre los mármoles) y deudora de Valery, Giraudoux, de Cocteau, con un expresionismo de bacante, "tensa y florida", nos ofrece aquí Yourcenar su revisión de los grandes dramas que cimentaron nuestra cultura.

No es una obra perfecta, y no es didáctica o divulgativa: es una exploración a tumba abierta de las honduras del deseo, de la desesperación, del abandono.
Clitemnestra, Fedra, Aquiles, Lena (la de los tiranicidas) y, sobre todo, María Magdalena o la salvación, nos hablan de muy cerca, nos gritan desde el horizonte, se hacen uno y nosotros con esta poderosísima y pujante escritura. "Espero que este libro no sea leído jamás". Agradecimiento ferviente a quien la convenció, y por rescatarlo veinte, treinta años después a ella misma, La Primera Inmortal.