Hooligan

Siempre me han gustado las historias de violencia y las novelas contadas por “antihéroes”, porque no son personajes con los que la gente suela conectar y a mí me fascinan porque no abundan. También los libros con chic@s problemátic@s o que reflejan problemas sociales suelen estar entre mis géneros preferidos porque es muy sencillo trasladarlos a la realidad. SIn embargo, no conocía Hoolingan hasta que eché un vistazo al catálogo de la editorial y me llamó la atención esa portada tan impactante y a la vez tan adecuada. Creo que sólo con verla ya nos podemos hacer una idea, junto con el título, de lo que nos vamos a encontrar. Y este libro no resulta ser ni más ni menos.
La historia está contada en primera persona desde el punto de vista de Heiko, un chico de veintipocos años, completamente apático con su vida y que se limita a existir entre pelea y pelea. Con su relato nos va mostrando esa otra forma de vivir la pasión por el futbol de una manera violenta, casi sectaria, que tienen algunos grupos de aficionados a un determinado equipo de futbol. En este caso, Heiko y sus amigos son hinchas del equipo de Hannover, y de vez en cuando hacen quedadas concertadas o espontáneas con otras aficiones de equipos alemanes para ir a cascarse de lo lindo y huir en cuando ven las sirenas de policía. Esta triste realidad no es algo ajeno a nuestra actualidad aunque contra todo pronóstico, la novela no trata exclusivamente de esta faceta. Es cierto que se centra en esa relación enfermiza que guardan los hoolingans con su equipo de futbol preferido, pero a través de Heiko también se nos muestra el tipo de chicos que pueden acabar inmersos en ese mundillo.
La vida de Heiko no es fácil. Con una madre ausente que los abandonó a él y a su hermana con un padre borracho y en paro y que entra y sale constantemente de una clínica de desintoxicación, su familia alternativa y elegida es su única vía de escape porque el haber abandonado su casa no ha sido suficiente para poderse alejar de lo que él considera un fracaso de familia. Además, su tío Axel es el que le ha abierto las puertas al mundo de la violencia y en parte todos en el grupo lo consideran su “heredero” natural cuando llegue el relevo en el mando. Así que aunque siempre esté a la sombre de su tío, Heiko hace todo lo que posible por ganarse tanto su respeto como el del resto del grupo. No me malinterpretéis, no es para nada una justificación a su comportamiento pero sí puede ser una explicación a por qué alguien querría ir a repartir puñetazos gratuitamente a otra persona sólo porque es de otro equipo. Para mí sigue siendo algo incomprensible pero esta novela ha podido acercarme más a esa visión retorcida del respeto, la lealtad y la dinámica de las bandas violentas (ya sea por el futbol o por cualquier otra ideología).
Entre los personajes secundarios hay dos grupos muy diferenciados que coinciden con los dos únicos ambientes en los que se mueve el protagonista: familia y amigos. Sin embargo, en su caso ni siquiera se sabe cuál es cuál porque como bien dice la contraportada, su grupo de colegas es la familia que él ha elegido, con los que se siente identificado gracias a un infancia común marcada por su pasión por el futbol y su fidelidad hacia el equipo de Hannover. En cambio, su madre ausente, su padre alcohólico con su nueva novia traída de Asia y su hermana mayor (independizada, casada y con hijos) han dejado de ser un referente en su juventud y realmente no siente que sean una familia. Por otra parte, Heiko intenta mantener dos trabajos, uno gratuito por ser sobrino de su tío Axel que regenta un gimnasio que parece una tapadera para reuniones de neonazis y otro no del todo limpio, como cuidador de animales para un traficante de fauna exótica. Con este panorama, la única salida que ve Heiko a la frustración que siente con su vida es pegar palizas a los del equipo contrario, por mucho que estos encuentros ya hayan causado más de una desgracia en su entorno más cercano.
Poco a poco, vamos conociendo muchas facetas de Heiko que nos va relatando en pequeños capítulos de su vida diferentes vivencias pasadas y presentes que lo definen como la persona que es: violento, hastiado, derrotado, en definitiva. Y hablando de capítulos, es curioso, porque la novela no los tiene, es narración continua con breves separaciones para los cambios de escena. Es más, la misma estructura de la novela no es la típica porque no hay un desencadenante, un desarrollo ni un desenlace, sino que más bien el libro relata un periodo de unos meses en la vida de Heiko que empieza en un punto más o menos “tranquilo” y termina cuando las cosas se complican. Y en medio, el propio Heiko nos va contando su monótono presente mientras va acordándose de su pasado cuando los tiempos eran mejores tanto en su familia como con sus amigos.
El estilo de narración no creo que sea lo mejor del mundo porque es demasiado errático: salta de una escena a otra con algo de relación pero muchas veces cuesta ver a qué viene de repente determinado recuerdo. Además la prosa es bastante peculiar, con muchas frases cortas hilvanadas unas detrás de otras que hacen que parezca menos fluido el texto y que, por lo menos a mí, me cortan bastante el ritmo de lectura. Quizás esta forma de narración era lo que pedía la historia, a imitación de cómo hablaría un chico de 21 años con poca escuela a sus espaldas y más preocupado en esquivar a la policía que en trabajar, contando su historia en primera persona y saltando de unos recuerdos a otros o contando su día a día según le va viniendo. En cualquier caso, yo prefiero otro tipo de lectura más armonizada aunque a pesar de que la narración no haya sido del todo de mi agrado, es muy rápido de leer incluso para no tener capítulos separados, porque la edición es realmente cómoda con una letra enorme así que las páginas han volado al final.
Resumiendo un poco, en Hooligan me he encontrado una historia realista y apática cuyo protagonista es el típico chico problemático y violento del que todos deberíamos alejarnos y sin embargo, su voz narradora hace que empaticemos con sus circunstancias (aunque no compartamos sus razones). Creo que pese a que el estilo Philipp Winkler no ha terminado de conectar conmigo, leería su próxima novela si fuera de temática similar porque lo que sí me ha transmitido es que sabe de lo que habla y se ha documentado muy bien para ponerse en la piel de Heiko y transmitirnos ese mundo tan desconocido para la mayoría de nosotr@s.
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