Pero fray Anselmo aseguraba que los negros margariteños se sienten tratados con dignidad, ya que comparten su trabajo con los blancos y viven con una relativa libertad. Sin embargo, en Cuba los tratan como a bestias, les obligan a trabajar dieciocho horas y duermen encadenados.
-¿Dieciocho horas diarias?- se asombró el otro-. -¡No es posible!
-¡ Sí que lo es! - se reafirmó Celeste, que parecía comenzar a excitarse-.
Acaban reventados y la fatiga se les va acumulando hasta el punto de que, cuando sus amos se dan cuenta de que ya no rinden y tratan de darles un descanso, no existe forma humana de recuperarlos. Como en ese caso no son de utilidad, se les abandona a su suerte al borde de los caminos para que mueran de hambre.
-Cuesta admitir que la Corona permita que algo así esté ocurriendo.
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