Otaberra

De su diferencia emana un desprecio, envía un mensaje que dice que no quiere ser como los demás. Él no lo hace por eso pero un poco sí. Que le gusten otras cosas significa que desestima las elecciones ajenas, tan similares, tan predecibles, y la gente se pregunta si en su identidad hay una desaprobación implícita o si no puede evitar ser así porque algo en él no funciona correctamente, porque está roto, porque está enfermo.

Asisto a los eventos oportunamente, escuchó sus historias y tomó notas para futuras conversaciones, ideas de posibles regalos con los que acertar, sonrío y me desenvuelvo lo mismo que ante la cámara y solo siento un vacío vertiginoso.

Por desgracia, que algo no te apetezca nunca es excusa

Cuanto más inocente eres más espabilada te sientes, es el nivel más bajo del despertar.

Tal vez el valor del error radique en su poder, claramente superior, de anclar a la gente al suelo.

Le costó aprender que sentir el calor del sol en la cara no la volvía más guapa. Le dolió darse cuenta de que, por el contrario, le favorecía más la sombra. La penumbra oculta, difumina como una media, mientras que el sol, por muy agradable que parezca en pleno invierno, marca de manera fulminante todo lo que en el mundo se considera imperfecto.

El presente de la juventud es tan limitado, tan asfixiante, que vuelve imposible el futuro. Nos miramos y no pensamos que vayamos a envejecer. Como si fuésemos a morirnos antes.

Hubo un tiempo en que la gente de veinte nos parecía ya adulta de más, en que la plenitud de la vida la ubicábamos en los dieciséis. Bajo la mirada de la prepubertad estamos ya marchitas pero qué fácil es descartar un planteamiento tan pueril, tan ignorante.

Era ingenua y altiva y las dos cosas formaban parte de lo mismo. Cuanto más inocente eres más espabilada te sientes, es el nivel más bajo del despertar.

Ella lo apreciaba pero no valoraba su entrega en plenitud.