Algo, por fin, los unía ahora, aunque se tratara de algo trágico: habían sido testigos de una violencia que aniquilaba el alma.
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Algo, por fin, los unía ahora, aunque se tratara de algo trágico: habían sido testigos de una violencia que aniquilaba el alma.
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A uno no le resulta fácil escapar de la muerte y permanecer intacto por dentro- le dijo- Algo se rompe.
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El silencio siempre da alas al verdugo, nunca a la víctima, se dijo a sí misma.
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Inofensivos -repitió, removiendo las sílabas en la lengua como si tuvieran mal sabor-. La naturaleza no ha dotado a ninguna de sus criaturas con la capacidad de ser completamente inofensivas, jefe Knauss, o habría fracasado.
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La soledad era una discreta compañera de piso que nunca invadía espacios y lo dejaba todo tal y como estaba. No tenía ni olor ni color. Era una ausencia, una entidad que se definía en contraposición, como el vacío, pero que existía.
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Huimos de lo que nos asusta y nos hiere, o de lo que pretende hacernos prisioneros, pensó.
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Nunca había sido responsable de una vida tan joven y se sorprendió al percatarse de hasta qué punto el valor de una existencia parecía inversamente proporcional al tiempo que había pasado sobre la faz de la tierra.
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La naturaleza no ha dotado a ninguna de sus criaturas con la capacidad de ser completamente inofensivas, jefe Knauss, o habría fracasado
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El cuerpo yacía sobre la hierba, cubierto de escarcha. La palidez de la piel contrastaba con la oscuridad del pelo de la cabeza y del publis. Al fondo, el verde oscuro de la naturaleza de la montaña. Algunas manchas de nieve persistían en las áreas más umbrosas, cercanas al bosque. Durante la noche habían caído algunos copos un cristal se había quedado prendido entre las pestañas del cadáver.
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Si durante el día tenía la apariencia de una sala de hospital, con pasillos recorridos por ruidosas idas y venidas y aulas frecuentadas por estudiantes de doctorado, a esa hora tardía mostraba su cara más angustiosa. El silencio levantaba la pátina de normalidad y exhibía su esencia: la de una solitaria estación final. Emanaba melancolía, como si el dolor de los familiares permaneciera adherido a los cuerpos depositados en las cámaras refrigeradas, y las lágrimas y los sollozos, a las paredes.
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10 negritos