Ru

He estado muy enferma. He tenido cáncer, fiebres altísimas, varios covid complicados. Cuando tengo fiebre mantenida por varias horas entro en un estado de introspección que me lleva al autoconocimiento. Probablemente pensaréis que se me va un poco la cabeza, que qué estoy escribiendo, pero os prometo que es así. Cuando la fiebre se mantiene la música suena de otro modo en mi casa, el tacto de los objetos es diferente, puedo sentir cada movimiento como si mi cuerpo fuera extraño. Y lo mismo me pasa al leer. Cada palabra me atraviesa como una bala disparada de cerca, haciendo un agujero gigante en mi pecho. Cada frase es un latido furioso del corazón, desbocado porque quiere sanar. Cada capítulo me hace cerrar los ojos, inhalar, exhalar.

Cuando tengo fiebre tiendo a elegir libros que me vayan a hacer temblar. Y este de Kim Thúy estaba al alcance de mi mano, sobre la mesa, mirándome, tras haber sido elegido en la biblioteca hace días. Y es que la primera vez que la leí fue una tarde calurosa de verano con la casa envuelta en sombras. Me golpeó, me removió. Escribe dejando caer sus pensamientos sobre cada página a modo de pequeñas reflexiones. Leerla es como leerme a mí misma. Me resulta absolutamente familiar. Y eso hace estremecer.

En “Ru”, la vietnamita nos habla de su huída del país, de su crecimiento, de su vida, del volver, de la diáspora en Canadá, de campos de refugiados, de dolor, de crueldad. Y lo hace empapando cada palabra de un halo dolorosamente bello, pero a la vez crudo. Nos da lecciones de historia casi sin quererlo, con párrafos cargados de drama, de lugares comunes, de tradiciones y costumbres que no se pierden, pase lo que pase.

Kim Thúy me enamoró y me rompió el corazón con “Em”. Ahora lo hace con “Ru”. Por supuesto, lo leeré todo de ella, saboreando cada palabra, como en un estado febril, flotante. Porque…¿no será ella eso? ¿No será que Kim Thúy me lleva a ese trance sin que me de apenas cuenta?

En este libro se alude constantemente a los sueños. No a la realización de los mismos sino al legado de unos padres que trataron los sueños como lo que son: una prolongación de la memoria, del lugar del que se procede, como una serie de armas volátiles que nos ayudan a no olvidar, a agradecer nuestra suerte, a caminar hacia el futuro.
Nunca antes encontré un libro que hablara del exilio con tanto amor, con esa inmensa gratitud, remarcando la existencia de las injusticias y las guerras, pero también de la generosidad y el consuelo.
El lenguaje poético de Kim Thuy ha sido inventado para devolvernos la esperanza.