Las Reinas de Innis Lear

Puedes unir a las personas en lugar de dividirlas. Eso es la fuerza. Y lo que debería ser el amor.

Ellos se amaban, sin nada que ganar del amor más que el amor en sí mismo. ¿Alguna vez has amado de ese modo? Yo no sé cómo. Lear no lo sabe. Hay tantas capas de lealtad, mentiras y medias verdades para que los adultos amen así.

Llorarás y sobrevivirás. Eso es el amor. No debe quebrarte, no como tu padre, sino hacerte más fuerte.

Los perros eran un refugio de lealtad, amor y honestidad en un mundo que alimentaba lo contrario.

Somos tan fuertes como las personas que nos aman, Elia, y nadie ama a Gaela Lear.

Los recuerdos se sentían como una historia en ese entonces, un cuento de los santos terrenales, de música y felicidad que existieron en el corazón de alguna otra princesa.

No me importa tu tabla natal. Me importa lo que eres. Lo que haces. Y lo que ya has hecho. Solo me importa lo que harás a continuación a mi lado.

Comprendía que siempre tendría que esperar caridad allí, en ese lugar al que se suponía que debía pertenecer, donde había nacido, donde florecían las raíces de su madre. Ese lugar, sus leyes y su rey no lo querían.

De pronto, Elia se dobló por la cintura y aferró el vacío dolor de su estómago. Abrió la boca, pero no salió un grito. Solo un jadeo silencioso. Sus ojos ni siquiera estaban húmedos.

-Él no me teme, no, y tampoco yo a él. Pero Connley siente algo más posesivo por mí, algo que no lo alejará como el miedo, la lástima o la pena podrían alejar al tuyo.
-Seguramente no hablarás de amor -sentenció Gaela-. El amor no es fuerza.
-¿Ni siquiera entre nosotras?
-No es amor lo que nos junta,, somos una. ¡Estamos más allá del amor!