A veces la verdad es peor que toda una vida de mentiras.
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A veces la verdad es peor que toda una vida de mentiras.
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Todos los reyes tenían la cara de mi padre cuando cerraba los ojos para imaginármelos. Todas las princesas tenían mis manos. Todos los castillos eran de piedra gris, cristales y huesos. Todas las madres estaban muertas. |
Papá decía que estaríamos a salvo en nuestra casa el día que, por fin, se acabase el mundo. Tarde o temprano, todo lo que había al otro lado del muro se resquebrajaría, ardería o se desvanecería como si nunca hubiera estado. Nosotros no… el fin de los tiempos no se atrevería a tocarnos.
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El llanto se parecía al viento y no podía distinguir nada claro. Sonaba como si alguien llorase con los labios cosidos. Era solo un lamento agudo que gemía por los cimientos de la casa. Decía mi nombre, de eso estaba segura, en un idioma más antiguo que las palabras. Me buscaba, me llamaba y calaba la piel con un frío que entraba hasta mis entrañas.
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Había una venda sobre mis ojos que se deslizaba y podía elegir anudarla más fuerte o dejar que se cayera.
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Entre huesos y barro. (...) Bajo la tierra negra y húmeda, en lo más profundo de un hormiguero o de una madriguera de ratas.
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No sabía si, al otro lado del muro, los hombres que paseaban cerca de las piedras también estiraban sus dedos para tocarlas; si todas las casas lloraban, si todos los pájaros cantaban desde las tumbas.
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Me pregunté (...) si el amor era algo tan visceral, tan irracional, tan profundo como un abismo que se abre entre las costillas y por el que te puedes caer si no tienes cuidado.
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Gregorio Samsa es un ...