Anima mundi

Hace tanto, pero tanto tiempo, que vivo en el bienestar que ya no le doy valor, tengo cosas mucho más importantes de las que ocuparme.

La revolución no la hacían las palabras, sino la furia de las personas que habían comido poco y mal toda la vida, y que para conseguir ese poco y mal habían incluso tenido que deslomarse.

Hemos de preguntarnos si en una sociedad de tan rápido cambio como la actual todavía tiene sentido lo que estamos haciendo.

La grandeza es así, nunca contempla la facilidad. De lo contrario, ¿qué grandeza sería?

No sé qué hacer. Solamente sé lo que no quiero hacer. No veo abrirse ante mí ningún camino.

El que quiere superar un límite, custodia en su interior algo grande.

De por sí, las palabras no ofenden. Ofende la hipocresía que hay detrás.

Entre la desesperación y la normalidad ha de haber algún camino intermedio.

- Es de esto de lo que uno se olvida demasiado a menudo- dijo.
- ¿De qué?
- De la belleza.

Entre creer y no creer había un espacio intermedio, una especie de compartimento estanco en el que vivían las miradas inquietas.