Sale el sol, corren las horas, la gente va y viene, nace y muere, la luna ocupa su espacio en el firmamento, tictac, tictac, y aquí no ha pasado nada. Un día más, y otro, siempre adelante, sin posibilidad de regresar, de parar, de volver atrás.
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Sale el sol, corren las horas, la gente va y viene, nace y muere, la luna ocupa su espacio en el firmamento, tictac, tictac, y aquí no ha pasado nada. Un día más, y otro, siempre adelante, sin posibilidad de regresar, de parar, de volver atrás.
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¿Sabes? Creo que no puede haber nada peor que darte cuenta en tu lecho de muerte de todas las cosas que no has hecho, de que tu vida ha sido una mierda. Debería haber un infierno para esa gente, que se pasaran la eternidad lamentándose por las oportunidades perdidas. Yo no quiero ser uno de ellos. No pretendo dejar mi huella en la historia, prefiero que la vida me marque a mí. |
Me divorcié hace casi quince años. (...) Ni siquiera conservo su apellido. Es como un libro que has leído, que sabes que lo has leído, pero que no recuerdas exactamente de qué va.
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Ingrávida, intenté convertirme en Dios y separar lo que estaba bien de lo que estaba mal, repartiendo culpas a derecha e izquierda, esto por ti, esto por mí, pero fue imposible, porque lo que ahora estaba bien, ayer era perverso. En los últimos días había robado, matado y huido de la justicia, de la policía y de una banda de asesinos. Pero eso estaba bien, porque me había permitido seguir con vida. También disfruté de mi cuerpo y de la vida, me dejé llevar; me enamoré. Y eso estaba mal, porque por culpa de Noah había perdido mi trabajo, me había convertido en una delincuente y había estado a punto de morir en varias ocasiones.
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Salí del coche y corrí hasta la cuneta. Vomité todo lo que contenía mi estómago. Vomité dolor y bilis. Expulsé de mi cuerpo el humo negro y la navaja que Jack había hundido en el cuerpo de Sanders. Vomité la bala que le había atravesado el corazón al asesino que casi me mata, pero que me había transformado a mí en una asesina. Ladrona, estafadora, asesina... La lista era larga. ¿En qué me había convertido? ¿Quién era yo en esos momentos? Sinceramente, nadie que quisiera conocer.
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Me sequé el pelo y me dejé la melena suelta. Luego apliqué una generosa capa de crema hidratante en las bolsas bajo mis ojos y repartí una discreta pero reparadora ración de maquillaje sobre mi cara. Un poco de rímel y un suave brochazo de polvos de sol completaron el trabajo de restauración.
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Pero la soledad es una compañera ingrata, exigente, que te roba las palabras hasta dejarte muda, que te cubre el alma de polvo y moho, y que suele invitar a fantasmas indeseados cuando menos te lo esperas. Un plato, una taza, un cepillo de dientes. Un solo lado de la cama caliente.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"