La imprudencia de un pobre es rápidamente castigada con la falta de pan.
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La imprudencia de un pobre es rápidamente castigada con la falta de pan.
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Los regalos se dan al negligente a fin de estimular su celo.
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La señora de Dubois se halla profundamente preocupada de sí misma, como todas las mujeres a quienes el cielo ha concedido demasiada nobleza, o demasiado dinero. Se mira a sí misma, en vez de mirarle a usted, y, naturalmente, no le conoce. Durante los dos o tres arrebatos de amor con que le ha favorecido, con un gran esfuerzo de imaginación, veía en usted al héroe soñado y no lo que es usted en realidad.
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Poseia una memoria prodigiosa, de esas que con frecuencia acompañan a la falta de talento
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La persona a quien quise quitar la vida será la única que llore mi muerte sinceramente.
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¿Cuándo adquiriré la buena costumbre de dar a estas gentes únicamente la parte de mi alma que compran con su dinero?
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¡Porque, lector mío, una novela es un espejo que pasea por el camino real! Ora refleja, para que lo vea usted, el azul del cielo, ora el cieno de los barrizales del camino. ¿Y llamará inmoral al hombre que lleva el espejo en su cuévano? ¡Su espejo muestra el cieno y usted acusa al espejo! ¡Acuse más bien al camino real donde está el barrizal y, más aún, al inspector de carreteras, que deja que el agua se estanque y se forme ese barrizal!
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La señorita de La Mole miraba a los jóvenes franceses con esa expresión de profunda seriedad que ninguna de sus rivales podía imitar… Aquella mirada singular halagaba a los poco inteligentes, pero inquietaba a los demás. Temían el estallido de alguna frase aguda y de difícil respuesta.
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Julien estaba leyendo. Nada le resultaba más antipático al anciano Sorel; podría haberle perdonado quizá la complexión delgada, poco apta para los trabajos de fuerza y tan diferente de la de sus hermanos mayores; pero aborrecía esa manía por la lectura; él no sabía leer.
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Estoy aislado aquí, en este calabozo; pero no he vivido aislado en el mundo; tenía la potente idea del deber. El deber que me había impuesto a mí mismo, con o sin razón… fue como el tronco de un árbol sólido en que me apoyaba durante la tormenta; vacilaba, me inmutaba.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?