Hay ausencias, todo el mundo lo sabe, más poderosas que cualquier presencia.
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Hay ausencias, todo el mundo lo sabe, más poderosas que cualquier presencia.
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Anochecía por momentos. En la calle, al otro lado del portalón de hierro de la calla, se oían chillidos de niños. En el jardín todo era silencio. En definitiva, habían transcurrido un par de minutos, una tarde, un verano, toda una vida.
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Yo le dije:«Esta noche te he soñado», y él hizo un gesto con la boca, como de «y a mí qué», y ya está. Pero al cabo de unos días me preguntó si lo había vuelto a soñar. Y me pidió que lo intentara, porque él intentaría soñar conmigo y quizás nos encontraríamos dentro de un sueño. [...] ¡Esto es imposible! ¡Los sueños no se pueden forzar!
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Saben, aunque no lo recuerdan, que la calma puede hacerse añicos en cuestión de minutos y que allí donde había silencio y quietud puede nacer el revuelo. Que las olas pueden levantarse, amenazadoras, y desplomarse con una fuerza inclemente, que el horizonte -ahora inalterable- puede desdibujarse, cubierto por el temporal hasta desaparecer. Un día u otro llegará la tempestad, y rayos y truenos y nubarrones llenos de oscuridad. Lo saben, pero no quieren saberlo, porque hoy son jóvenes.
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"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo" ¿El personaje de qué libro está hablando?